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Reportaje:ANÁLISIS

'Evangelizar Europa

VI Simposio de Obispos Europeos sobre la Evanigelización del Continente

Va a hacer tres años que Juan Pablo II, en Santiago de Compostela, invitó a Europa a volver a encontrarse a sí misma: "Sé tú misma. Descubre tus orígenes. Aviva tus raíces. Revive aquellos valores auténticos que hicieron gloriosa tu historia y benéfica tu presencia en todos los demás continentes". ¿Pero sigue siendo el cristianismo el camino de la integración europea?. Cuando se habla de la segunda eyangelización del Viejo Continente, ¿se pretende en realidad recrear el fracasado proyecto maritainiano de la nueva cristiandad?La Conferencia de Iglesias Cristianas (CEC), que agrupa a 126 confesiones protestantes y ortodoxas, trabaja incansablemente, por medio de un secretariado permanente, "para crear confianza entre los pueblos del Este y el Oeste europeos", a fin de que se cumplan los acuerdos firmados en Helsinki en 1975.

El pasado junio, en Ottawa, los expertos de los Estados firmantes, aunque no llegaron a la firma de un documento común sobre los derechos humanos, consiguieron al menos fijar claramente los puntos de discrepancia. El pacto de coexistencia obliga a respetar el ordenamiento interno de los diversos regímenes políticos.

En Ottawa se hizo imposible el acuerdo sobre la preferencia de un tipo de derechos humanos. ¿Qué es lo primero que tiene que asegurar un Estado, los llamados derechos políticos y sociales o aquellos otros primarios o fundamentales de la persona humana? La libertad religiosa, para los soviéticos, se reduce a la libertad de propaganda atea o, todo lo más, a una libertad de creencias individuales sin posibilidad de presencia institucional de las confesiones. Echan en cara a las democracias occidentales las limitaciones reales que su sistema económico impone al derecho al trabajo.

La lacra del paro sirve de pretexto para impugnar la veracidad del discurso político occidental sobre los derechos individuales. No se puede tampoco silenciar los tímidos pasos que los Estados socialistas se ven obligados a dar bajo la presión de la fe religiosa, cada vez más despierta en los pueblos del Este. El debate ideológico de los bloques se convierte así en un proceso de relaciones de los pueblos con sus propios Gobiernos.

La Iglesia católica no ha dejado de creer en el alma de Europa. El primer Papa eslavo no pierde ninguna ocasión de exaltar esos valores comunes que hicieron posible un universo simbólico específicamente europeo. "Los santos Cirilo y Metodio dieron una contribución decisiva a la construcción de Europa no sólo en la comunión religiosa, sino con miras a su unión civil y cultural". Pero a la crisis religiosa hoy se la llama secularización.

Las conferencias episcopales acaban de celebrar en Roma el VI Simposio sobre la Evangelización del Continente. Allí se ha preferido analizar la situación de las comunidades católicas en una sociedad postsecularizada. Se comprueba que el proceso mismo de secularización está en crisis. Si se sigue operando con un concepto de la secularización cargado de juicios de valor, tales como el de la hostilidad a lo religioso, la Iglesia se ve obligada a adoptar una estrategia defensiva e incluso agresiva contra un mundo demonizado.

Los hechos demuestran, en cambio, que la razón, como instrumento de la secularización, no mina necesariamente los fundamentos de la fe religiosa, incluso contribuye a poner de manifiesto las enormes carencias del hombre y de la sociedad cuando intenta erigir a la razón como instancia suprema. Necesita, para eguir actuando, un orden simbólico, e incluso una alteridad trascendente que la nutra y conforte.

El hombre de la razón descubre los mecanismos del orden natural, inventa los medios para dominar la naturaleza, pero a medida que avanza en su camino se encuentra más inseguro de los fines. "Nos disteis todos los medios para vivir, pero nos habéis privado de la razón misma de vivir", como reprocha la contracultura al cientifismo moderno.

En la relación del jesuita Paul Vernier que concentró el peso de la reflexión en el VI Simposio de los Obispos Europeos se describe a la sociedad europea en una transformación querida y permanente, insatisfecha de sí misma porque sigue creyendo en la posibilidad del progreso científico, del mejoramiento del nivel de vida, de la salud y del sistema de información.

Su crisis, es una consecuencia de su capacidad de crítica del presente, dispuesta siempre a cambiar el pasado por un futuro mejor. Como específico de Europa, el ponente señaló la capacidad de volver sobre sí misma porque nada de lo que tiene lo da por definitivamente adquirido. Esta tendencia a ponerlo todo en cuestión plantea no pocas preguntas a lo religioso.

La búsqueda del bienestar

Una sociedad que altera sustancialmente sus relaciones con la naturaleza y con lo político no puede menos de cambiar también su visión de los valores morales. Prima los valores hedonísticos e individuales en la búsqueda del bienestar. La fragmentación religiosa facilitó la privatización de lo religioso y contribuyó a crear las situaciones históricas dentro de las cuales el Estado se considera como exclusiva plataforma de integración social.Las grandes referencias simbólicas tradicionales, como la autoridad, la tradición, la sospecha de las instituciones establecidas, están sometidas a una revisión permanente. La incidencia de la naturaleza y del tiempo acomoda los ritmos naturales a las necesidades de producción, del consumismo y de la vida social. El papel de la fiesta y la celebración de los grandes acontecimientos cambia de sentido.

Por otra parte, el individuo se convierte progresivamente en la realidad central. En vez de buscar el sentido de su existencia en las estructuras, o de pedírselo a las instituciones tradicionales encargadas de proporcionárselo, lo busca por propia cuenta, concentrándose en sí mismo como único elemento unificador.

La secularización sectoriza y alimenta la complejidad y la multilplicación de autonomías. De ahí que el universo religioso, como realidad capaz de crear unidad, se encuentre ante uno de sus desafíos históricos más difíciles. A los ojos de muchos aparece como no competente, dada la sectorización del mundo moderno.

Una sociedad atormentada, con esta dinámica, es a la vez una sociedad llena de contrastes y con tradicciones. Hechos tradicionales conviven con otros nuevos y contradictorios. La religión, amenaza da por haber perdido su hegemonía o exclusiva de lo social, se refugia en actitudes defensivas contra la modernidad, en los compartimientos estancos de la conciencia. Científicos de vanguardia necesitan adherirse a una secta o consultar a los astrólogos. Formas religiosas degradadas, como la magia, el esoterismo y la secta, y formas también vagas de adhesión a la trascendencia, o sencillamente la misma búsqueda inexcusable del sentido personal, actúan como bastiones inexpugnables frente a la secularización. La modernidad no desemboca en una apropiación total de la realidad. Sin la dimensión de lo simbólico (arte, religión) se ve advocada a un puro tecnicismo vacío. Se intenta llenarlo con formas aberrantes de religión secular, construidas con ideologías que exigen devoción, sacrificio e incluso intolerancia. Se invierte en la Música, en la sensualidad o en el dinero una buena parte del sentido religioso.

Camino pastoral

"Una religión o grupo de la misma que se presente bajo formas excesivamente autoritarias o exclusivamente con rostro institucional corre el peligro de ser recibida envuelta por la sospecha de excesivamente humana, apropiadora y deformadora de lo divino. Este camino pastoral contribuye a aumentar el escepticismo religioso, la incredulidad e, incluso el ateísmo", afirmó el padre Valadier. La adhesión a lo religioso desborda a la institución.Caemos con facilidad en una visión demasiado reducida de la adhesión religiosa. El criterio cuantitativo de la práctica religiosa tiene que ser correspondido con la coherencia. El declive de la práctica no significa necesariamente una disminución de esa adhesión.

La antropología demuestra que el hombre no se desarrolla en un único plano. Un individuo no es únicamente un obrero, un economista o un investigador. Comparte diversos mundos, aunque la adhesión religiosa le empuja a una visión unitaria y totalizante.

La sociedad moderna, diversificada por su propia naturaleza, mantiene las demandas más dispares sobre lo religioso. ¿Debe la Iglesia mostrarse dispuesta a acoger esta diversidad? Ni bendecirlo todo ni mostrarse identificada con un solo modelo autoritario, comunitario, intelectual o popular. No estaría a la altura de nuestro tiempo si se mostrase incapaz de comprender la parcialidad, la incoherencia o la inadecuación. Los períodos más vivos del cristianismo coinciden con aquellos más abiertos a los diversos modos de ser cristiano.

La racionalidad europea

Europa muestra, en numerosos campos, una vitalidad que la caracteriza y distingue de otros continentes. La tarea de la evangelización no es Ciertamente fácil en una sociedad ideológicamente dividida, traspasada de influencias que provienen de todos los puntos cardinales (islam, espiritualidad de Extremo Oriente, etcétera), caracterizada por la racionalidad científica, anestesiada con el bienestar material, enfrentada con problemas sin precedentes (nuclear, bioética, etcétera). El Evangelio tiene mucho que decir aún en Europa.Comprender y crear actitudes de diálogo entre los pueblos y las culturas diferentes, más que soñar con una simple superestructura de unidad formal; define su propia tarea y contribución a la integración, al descubrimiento de la identidad europea y, en definitiva, a evangelizar. Encontrarse a sí misma no es canonizar un período histórico como el medieval. Requiere mas bien una revitalización de sus propias raíces y un impulso valiente de los auténticos ideales cristianos.

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