_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Bolas

El futbolín, el flipper, el tragaperras de frutas millonarias y el videojuego son máquinas. Incluso máqui,nas altamente simbólicas que reflejan con exactitud grosera las diversas aventuras tecnológicas del siglo: artilugios del ocio que hablan -por metonimia, no por metáfora- de esos artefactos mayores de los grandes negocios industriales. El futbolín es la mecánica, el flipper es la electricidad, el tragaperras es la electrónica y el videojuego es el microprocesador. Pero el billar no es una máquina. El billar es geometría de alta precisión manual. Todavía es pronto para saber qué nueva época inaugura este inesperado regreso de la mesa de billar al salón de los juegos callejeros. Acaso la típica reacción pendular contra el maquinismo.Pero la súbita irrupción del tapete verde, las carambolas y el taco es más compleja de lo que parece, y los maquinófobos nacionales deberían meditarlo dos veces antes de salivar de gozo humanista. Porque la mesa de billar -en contra de lo que Kuhn dictaminó- es un artilugio que no desplaza a los cacharros anteriores o posteriores, sino que coexiste pacíficamente con todos. El espectáculo actual del bar de la esquina demuestra la falsedad de esa tesis de moda que sostiene que las nuevas tecnologías eliminan del mapa a las antiguas. Lo normal es tomarse una caña rodeado de mesas de billar, chismes de matar marcianos, futbolines,- flippers del pop y máquinas con sonido de Las Vegas. Bebemos y vivimos rodeados de bolas de madera, metálicas, informáticas, marfileñas, tangibles y simuladas. Esta reaparición del billar, sin embargo, la interpreto yo por el lado erótico. De ser el tapete verde un juego machista, rigurosamente prohibido para mujeres, ha pasado a ser uno de los más descarados escenarios de exhibición del cuerpo femenino, muy superior al de playas, piscinas y discotecas. No hay en estos momentos postura pública más provocadora que la de esas inclinadas muchachas imposibles que, no satisfechas con proyectar el culo hacia el infinito y humillar la camiseta, deslizan entre sus dedos un taco reluciente, la punta untada de tiza, con el perverso propósito de golpear secamente una bola tangible para penetrarla en los agujeros del pobre chapolín.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_