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Crítica:VISTO / OÍDO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Los titanes de la mímica

Diego A. Manrique

El previo es uno de los pecados capitales de la televisión. Al menos, tal es la opinión de sulfurados columnistas que, en tiempos de sequía imaginativa, se dedican a disparar sus indignados cañones contra tan nefando hábito: se sienten estafados, dicen, al comprobar que los cantantes o los grupos de actualidad se limitan a abrir la boca ante las cámaras mientras suena la cinta de su último disco. Esa valoración era compartida por los santos padres del Estatuto de RTVE, que insistían en exigir que se rotulara electrónicamente la naturaleza de cada interpretación. Durante largos meses -la obligación parece haber caído últimamente en desuso-, los programas musicales de TVE se llenaron de misteriosos avisos para advertir al sorprendido público de que Alaska tenía la voz en conserva o que Dyango -que es muy pundonoroso en estos temas- cantaba en directo sobre un fondo pregrabado. No faltaron bravos especímenes que se empeñaron en actuar de verdad.

Estas almas desconfiadas parecen ignorar que se vive en los años ochenta. Desde hace dos décadas, la grabación de un disco se ha convertido en proceso autónomo, totalmente separado del viejo ritual del concierto en directo. Los discos actuales no son -y no tienen por qué serlo- reproducibles sobre un escenario. Denigrarlos como producto de laboratorio sería tan troglodita como atacar a una película por violar las reglas escénicas y no poder ser representada en un teatro; importa el resultado final, su capacidad de conmover.

Sin embargo, los músicos no tienen inconveniente en tocar para televisión. Con excepción de los protagonistas de montajes fantasmales, cualquier artista joven o viejo aceptará el reto, siempre que disponga del tiempo y los medios necesarios. Hay voluntad de demostrar-que-soy-capaz, el impulso gremialista de defender la música en vivo como un acto mágico. Pero la realidad de los estudios de televisión apaga esas ilusiones: ni siquiera la cadena más próspera del mundo puede permitirse tener tres o cuatro bandas tocando en un programa normal; si se trata de grupos con instrumentos electrónicos, supondría infinitas horas de ensayos de sonido y, posiblemente, un escenario para cada uno, "que nadie toque nuestra ecualización".

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