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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

División en el socialismo francés

EL CONGRESO del Partido Socialista francés que se celebra este fin de semana tiene que hacer, por un lado, el balance de una etapa de gobierno poco brillante, y preparar a la vez las elecciones parlamentarias que deben celebrarse dentro de seis meses, y que, según todos los sondeos, darán la victoria al centro-derecha. Por primera vez desde el triunfo de 1981, las opiniones de los miembros del PSF, de cara al congreso, se han plasmado en dos mociones diferentes: una mayoritaria, con el 70% de los votos, en la que convergen tres tendencias: la del secretario general, Jospin; la del ex primer ministro Mauroy y la izquierdista del CERES, encabezada por el ministro de Educación, Chévénement. Frente a esa moción -y ha sido la gran sorpresa de la preparación del congreso-, la de Michel Rocard ha alcanzado casi el 30% de los votos de la militancia.En el razonamiento de Michel Rocard, que dimitió del Gobierno en abril de este año y viene desarrollando desde entonces una actividad política bastante autónoma, destaca una visión más general de los problemas franceses, sin colocar los intereses del partido en el centro del escenario. Calificar su actitud como socialdemócrata y derechista sería excesivamente simplista. La actitud de Rocard conecta en particular con nuevos sectores técnicos y profesionales cuyo peso crece con el actual desarrollo económico. Audaz y ambicioso, goza de un amplio apoyo políticofuera del,partido socialista; los sondeos le colocan en cabeza con un porcentaje de popularidad muy superior a la del propio Mitterrand. Por otra parte, el objetivo político de Rocard no se centra en las elecciones de 1986; aspira a ser candidato a la presidencia de la República en 1988; y todavía no tiene decidido si lo hará como candidato oficial del PSF o como independiente. Por ello su actitud ante el congreso parte de opciones distintas a las de Jospin u otros dirigentes.

Rocard insiste en que al PSF le conviene reconocer que ha cometido errores serios en su primera etapa de gobierno, y que ha modificado profundamente esa orientación inicial para adoptar medidas de rigor económico; opinión que rompe sin duda con la tradición partidista, pero no carente de lógica. Es probable que el electorado acogiera mejor una actitud más franca que no disimulase los errores cometidos, con preferencia a la imagen de un partido "unido y sin errores". Un sondeo curioso, algo artificial, aporta un dato interesante: si se presentasen con listas separadas los rocardianos y los socialistas, sumarían un número de votos muy superior al de las candidaturas del PSF. Aunque el marco es completamente diferente, conviene recordar la experiencia portuguesa de un electorado relativamente numeroso, descontento con los socialistas oficiales, que no evoluciona ni hacia el centro ni hacia los comunistas, sino que se inclina hacia fórmulas socializantes renovadas, como las del eanismo.

Otra diferencia seria entre Jospin y Rocard se refiere a la futura actitud del PS en el caso probable de que el centro y la derecha ganen las elecciones. El primero preconiza en esa eventualidad que los socialistas pasen a la oposición. Los rocardianos matizan esta actitud en el sentido siguiente: ante el peligro de Gobierno apoyado por la extrema derecha racista de Le Pen, el PS debería buscar un acuerdo con fuerzas del centro. Esta actitud tiene en cuenta un fenómeno que se pone de relieve a medida que se acercan los plazos electorales: aunque tengan el viento en popa -o quizá precisamente porque lo tienen- aumentan las rivalidades entre los líderes del centro y de la derecha; la idea de presentar listas únicas parece descartada en un gran número de departamentos. Todo lo cual abre la perspectiva de que el retroceso socialista, sin duda inevitable, no anule eventuales fórmulas de Gobierno de tipo centro-izquierda, en las cuales un partido socialista disminuido, pero fuerte, podría desempeñar un papel. Aquí entra el otro factor que está en el transfondo de la batalla interna en el seno del PSF: Mitterrand seguirá siendo presidente de la República hasta 1988; y tiene un interés esencial en que la táctica de los socialistas facilite la llamada cohabitación, es decir, su permanenecia en el Elíseo después de una derrota de la izquierda en las elecciones de 1986.

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