Liberales
EN LA grandeza del liberalismo está su servidumbre. El hallazgo inicial de un sistema de valores en torno a la libertad del individuo, su desarrollo y su enfrentamiento con el poder absoluto del Estado ha impregnado todo el pensamiento occidental en los últimos 150 años. Todo lo que es en nuestro mundo es en gran medida liberal o lucha por serlo; y eso hace cada vez más difícil que se circunscriba a partidos concretos, como se ha visto en el desarrollo de la Internacional Liberal, reunida la semana pasada en Madrid. Esa es la grandeza y la miseria del pensamiento liberal: se le encuentra en las formas más ásperas y duras del capitalismo, pero también en los comportamientos socialistas y en la médula socialdemócrata.En Europa, los partidos liberales siguen estrechamente el contexto del país en que se producen y se aprovechan de su plasticidad para convertirse en bisagras: en Alemania Occidental se les ha visto de un día a otro coligados con los socialdemócratas y aliados de los cristianos. En América Latina buscan el hueco de lo posible, y han arrancado el congreso de Madrid protestando contra el Fondo Monetario Internacional y contra la deuda, y elevando una plataforma al presidente argentino, Alfonsín. Hasta el radicalismo alfonsinista tiene relaciones con la socialdemocracia y se decanta por una línea de pensamiento difícilmente homologable en Europa, recordatoria en mucho del krausismo español, como el propio líder argentino ha recordado.
Hay un ascenso liberal en varios parlamentos europeos -recientemente, en las elecciones suecas-, pero aparece siempre como una forma de repudiar a otras, como una. retirada de votos a los conservadores o a los socializantes, y exenta a menudo de un compromiso moral concreto. ¿Qué sucede en España? Antonio Garrigues ha afirmado ante sus correligionarios de otros países que la extensión del liberalismo es irreprimible. Bastaría, sin embargo, recordar que el Partido Liberal español -el que lleva ese nombre preciso, y dirige José Antonio Segurado- ha formado coalición con Alianza Popular y no acude a esta reunión internacional. Faltaba más: Coalición Popular ha intentado boicotear las leyes de más claro signo liberal que ha vivido la transición española, como las de divorcio y aborto, y ha apoyado los movimientos confesionales en la enseñanza y combinado el verbalismo liberal en la economía con reclamos conscientes y consistentes del proteccionismo de Estado. No ha podido acudir tampoco al congreso el mínimo Partido de Acción Liberal, de Ignacio Camuñas, integrado en el suarismo, ni el propio CDS de Adolfo Suárez.
O sea, que el liberalismo, considerado como partido o agrupación electoral, no es por el momento aquí lo que podría llamarse una fuerza política irreprimible. Que uno de los inspiradores de este congreso, Miquel Roca, sea a la vez líder activo de un partido nacionalista es del todo perturbador. El liberalismo es, en cambio, una cultura inmersa y asumida en la condición de muchos otros partidos, y de la que se beneficia, y no poco, el propio PSOE, heredero en esto de una tradición española de colaboración de la burguesía liberal y laica con partidos de izquierda. Y es también, pese a todo lo dicho, una ausencia penosa y creciente del comportamiento global de los políticos occidentales, incapaces de frenar el avance de los poderes estatales y las burocracias frente a la indefensión individual de los ciudadanos y sus minorías. Pero la situación no es exclusiva de España. El mismo grupo internacional que: se ha reunido en Madrid mantiene entre sí vínculos ;a la antigua usanza, más basados en ligazones de oportunidad que en una convergencia de intereses precisos. En la grandeza de la tradición liberal está incluido el precio de su indeterminación actual y, por el momento, de la autonomía de su eficacia.
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