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Kinnock lanza un ataque demoledor contra los laboristas radicales y les pide realismo

El líder del laborismo británico, Neil Kinnock, pelirrojo, galés e hijo de minero, lanzó ayer un demoledor ataque contra la izquierda radical de su partido. Advirtió a este sector que para "poner en práctica una política socialista" lo primero que hay que hacer es ganar las próximas elecciones generales, y esto no se conseguirá nunca con "promesas irreales e utópicas" que luego no se pueden cumplir.

Kinnock, un moderado de 43 años, elegido como jefe del Partido Laborista en 1983 en sustitución de Michael Foot, se dirigió al plenario del congreso anual de su partido, reunido en Bournemouth desde el pasado domingo, dispuesto a demostrar -a los delegados, en primer lugar, y a la nación, en segundo y más importante- que el liderazgo del laborismo no está en discusión y que en tanto él sea el líder no permitirá que otros dicten la política laborista.Con voz firme y sonora y con una palidez que se acentuaba a medida que entraba en el tema central del discurso -la actitud que debe adoptar el laborismo de cara a la próxima cita electoral-, Kinnock arremetió contra tirios y troyanos sin nombrar a nadie expresamente.

Pero estaba claro en el ambiente su alusión al líder minero Arthur Scargill, que hoy defenderá ante el plenario una moción para que un futuro Gobierno laborista se comprometa a reembolsar al sindicato minero las multas impuestas por los tribunales durante la huelga minera, cuando Kinnock se refirió, despectivamente, a "Ios generales de los gestos" y a "Ios tácticos de vía estrecha".

El momento más conflictivo de su intervención se produjo cuando atacó, también sin nombrarlo, al Ayuntamiento de Liverpool, dominado por los laboristas y compuesto por miembros del ala radical, y manifestó que "se empieza por hacer propuestas imposibles que luego se convierien en dogma para terminar con el grotesco espectáculo de un Ayuntamiento laborista alquilando taxis para repartir por la ciudad notas de despido a sus propios trabajadores". El Ayuntamiento de Liverpool dio la semana pasada un preaviso de despido a sus 31.000 trabajadores con el fin de poder hacer frente al déficit presupuestario y poder pedir más créditos.

Abandono en la presidencia

En este momento se produjo el inaudito espectáculo del abandono de la mesa presidencial por parte del dirigente radical Eric Heffer, diputado por Liverpool, que fue a sentarse entre los delegados del consejo municipal de la capital de Merseyside, mientras que aproximadamente un tercio del pleno abucheaba a su líder. Fue un momento de tensión para el líder laborista, que en seguida se hizo con el control de la sala al manifestar que para poner en práctica una política socialista existía un requisito previo, "ganar las próximas elecciones", y esto, añadió, no es una cuestión de semanas, sino de años. "Por eso", añadió, "hay que empezar a ganar las eleccionel esta semana, en este congreso, ahora", dijo.Para Kinnock, el Partido Laborista se tiene que dirigir a un amplio espectro del electorado, "tiene que poner énfasis en lo que tiene en común con el hombre de la calle", y para eso "tiene que persuadir, tiene que convencer". "El electorado", dijo, "es ahora escéptico ante el cúmulo de problemas que tiene planteada la sociedad británica, y por eso necesita una amplia dosis de convencimiento". "Si a esos problemas contestamos con eslóganes", añadió, "si confundimos el idealismo con la locura, si nos limitamos a levantar la voz, el electorado no nos tomará en serio".

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Aunque Kinnock lanzó varias andanadas contra los conservadores, ("el partido de la destrucción, que ha dejado el estado de bienestar convertido en escombros"), el discurso del líder laborista estuvo destinado más a conseguir la unidad de las filas socialistas y a reafirmar ante el electorado -el discurso fue televisado en directo- su propio liderazgo que a atacar a los conservadores, que la próxima semana inician su congreso anual en Blackpool. Y en este sentido, en opinión de los veteranos comentaristas políticos británicos, Kinnock consiguió hacerse con el plenario.

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