Estefanía
Según mis noticias, el príncipe Rainiero de Mónaco desconfía de la conducta de su hija menor, Estefanía, y ha decidido que sólo Carolina y su esposo -no sé si calificarle de augusto, pero creo que cualquier marido de Carolina de Mónaco merece ser llamado augusto- están en condiciones de representar a la casa Grimaldi en saraos benéficos, culturales o simplemente festivos que reclamen su presencia. Se ignora si el malestar del príncipe procede de una repentina toma de posición moral ante la libertad de costumbres de la muchacha o a que ha descubierto que la chica piensa por su cuenta y tiene sus propias tarifas por ser sorprendida por los fotógrafos en abierta desnudez o en el momento de intercambiar un ósculo con su acompañante de turno.La teta de princesa está alcanzando niveles de cotización de escándalo porque quedan pocas princesas y las que quedan se muestran reacias a desnudeces públicas que en el futuro puedan poner en peligro cualquier institucional inversión en desnudeces privadas. Tal como está el mercado de príncipes y princesas y a la vista del reflujo moral que afecta al sur del cuerpo como consecuencia de la crisis del petróleo, una princesa que quiera algún día hacer un buen matrimonio deberá proteger su intimidad para ofrecérsela intacta al hombre elegido, al que la llevará al pie del altar. Mal lo tiene la princesa Estefanía, que no ha escarmentado en la ajena cabeza de su hermana, en el pasado coleccionista de playboys y tenistas en decadencia y ahora felizmente casada y madre, sin otro fracaso en su haber que el rally París-Dakar.
Quien a los 20 años no es revolucionario es que no tiene corazón y quien a los 40 años sigue siéndolo es que no tiene cerebro, decía Confucio, profetizando la evolución de don Luis Solana, nuestro Lord España consorte. Pues bien, trasladado el aforismo a las princesas Grimaldi, Carolina ha rebajado los baremos de la edad y al borde de la treintena ya ha sentado la cabeza, mientras a su hermana, a este paso, le espera una larga madurez, de fotógrafo en fotógrafo, de desnudo en desnudo, cada vez más cotizados sus besos prohibidos. Horroroso. ¿No es verdad?
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