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La 'tele' fue un juguete didáctico durante seis días para 50 jóvenes de Villaverde

Televisión Villaverde emitió anoche por sexta y última vez. Mientras duró, fue un sueño, un juego didáctico, un experimento para 50 chavales del barrio, que se enmarcó en la Semana de la Juventud, promovida por el Ayuntamiento de Madrid y que finalizó ayer. Los jóvenes aprendieron esos días las mágicas posibilidades del vídeo del mejor modo posible: haciendo programas diarios que, de ocho a once de la noche, se emitían en Televisión Villaverde.

La programación del pasado viernes sintetiza lo que ha sido esta corta experiencia televisiva. Se emitieron en directo entrevistas con vecinos del barrio, gentes de un ateneo libertario, una promotora de un club de la tercera edad, que terminó su intervención bailando ante la cámara, y decenas de gitanillos, que contaron chistes y cantaron al estilo de Los Chichos y Los Chunguitos.Luego, un clip de Radio Futura, grabado días atrás por los estudiantes de vídeo, al que siguió un programa humorístico realizado esa misma mañana: la parodia de un suceso, en este caso, el robo frustrado de un coche por un divertido enjambre de niños. Y luego volvió el directo, o casi. La tele de Villaverde pasó unos minutos de la actuación que La Polla Records desarrollaba en el barrio en esos momentos. Un equipo fue allí, tomó unos minutos de concierto y volvió para emitirlos.

Las emisiones nocturnas provocaban una aglomeración mayor ante sus improvisados estudios que ante los receptores del barrio. Decenas, cientos de vecinos se agolpaban ante la caseta amarilla instalada delante de la nueva sede de la junta municipal del distrito. El pasado jueves estuvieron a punto de derribarla en sus esfuerzos por saludar a las cámaras.

Intervisual, un grupo de profesionales de Madrid y Barcelona, ha sido el encargado de organizar los cursillos de vídeo y las posteriores emisiones.

Los 50 participantes iban por la mañana allí y se dividían en tres grupos, atendidos por Enrique Miñano, Pau Maragall y Miguel Muñiz. El viernes, en una de las pizarras había un título, El susto orgásmico, y luego, el dibujo de un lío de cables. Era el esquema de la cabecera de entrada de Televisión Villaverde: un exhibicionista de aspecto terrible que abre su gabardina y enseña un cartel con el nombre de la fugaz experiencia de comunicación audiovisual. Otros chicos regresaban de grabar un anuncio de Macizol en una vivienda popular del barrio. El representante llama a la puerta de la casa, dice, a la señora que tiene la solución para sus problemas de limpieza: Macizol. La señora no le cree, pactan una prueba. En la siguiente toma, la señora dice a la cámara que es verdad, que Macizol es la solución, y la cámara enfoca a un fornido individuo limpiando platos como un loco.

Otros cursillistas han tenido una idea, la llaman El taxista, y es una breve escena en la que un tipo va por mitad de la calle a pie, pero haciendo todos los ademanes de conducir. La escena termina cuando se encuentra a otro que hace lo mismo que él, pero como si condujera una moto. El equipo sale a la calle, corriendo a grabar El taxista. En ese momento vuelve otro, el de reporteros de sucesos, que tienen una exclusiva a la que titulan Calles salvajes: un pobre macarra que ha intentado vacilar con una chica acaba en el suelo, cubriéndose de los golpes que la muchacha le propina con bolso, zapatos y lo que encuentra a mano. Así, medio aprendizaje, medio juego, los chavales aprendieron el manejo de los equipos de vídeo.

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