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'El Marqués' sólo pudo resistir 20 días la tentación de la heroína

Horas después de pedir el alta voluntaria en un centro de desintoxicación, moría de sobredosis

Alfonso Serra Olivares, el Marqués, un Jerezano de 24 años extravertido e ingenioso, moría en una placita de Mengíbar, a 30 kilómetros de Jaén, como consecuencia de una sobredosis de heroína, 10 horas después de que hubiera solicitado el alta voluntaria en el centro para rehabilitación de toxicómanos José Manuel Ledesma, de Cazorla, situado a orillas del Guadalquivir. El Marqués sólo pudo resistir la tentación del caballo (heroína) que le mató 20 días, el tiempo que permaneció en el centro para intentar su recuperación física y psicológica.

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A las siete de la tarde del martes 17 de septiembre, Alfonso alquiló un taxi y salió del J. M. Ledesma acompañado por dos heroinómanas y un heroinómano a los que el centro concedió un permiso. Tres horas más tarde finalizaban su viaje en Mengíbar, un pueblecito rodeado por olivares y bañado por el Guadalquivir."Salimos", relata José Pascual Padillo, que estaba junto a el Marqués cuando éste murió por sobredosis, "para pasar unos días bien. Sólo queríamos divertirnos un poco. Yo atravesaba una fase de depresión y decidí acompañar a Alfonso, junto con otras dos amigas del centro. El Marqués dijo que no nos preocupáramos de nada, puesto que tenía dinero suficiente para los cuatro".

A las once de la noche llegaron a Mengibar, a 130 kilómetros de la sierra de Cazorla. Mientras toman una cerveza, Alfonso Serra se busca la vida y compra el caballo. Era una noche aún calurosa de septiembre, y deciden tomar el fresco en una plaza del pueblo.

"Cuando vi la heroína", dice José Pascual, "no fui lo suficientemente fuerte, a pesar de que llevo cinco meses de rehabilitación en Cazorla. Nos inyectamos, y en seguida el Marqués perdió el conocimiento. Le hice la respiración boca a boca y le di masajes en el pecho". Todo fue inútil. A las cuatro de la madrugada, una ambulancia de la Cruz Roja los trasladó al hospital Princesa de España, de Jaén. El Marqués había muerto en .los brazos de José Pascual, cuando éste ya estaba inconsciente.

Según el director del J. M. Ledesma, Manuel Alvarado, es frecuente que, cuando se ha superado el síndrome de abstinencia, los heroinómanos se chuten (inyecten) de nuevo. La diferencia estriba en que su grado de tolerancia a la droga es mucho menor, pero se inyectan las mismas cantidades que antes de la desintoxicación. Entonces se produce una sobredosis que conduce a la muerte en la mayoría de los casos.

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El Marqués, nombre con el que le rebautizaron sus compañeros de Cazorla, procedía de una familia acaudalada de Jerez. Siempre manejaba mucho dinero, que heredó Alfonso de su abuela. Vestía a la última moda, y usaba modales refinados. Su carácter extravertido le hacía congeniar rápidamente con los demás. Nunca finalizó sus estudios universitarios, aunque inició periodismo en Navarra. Tampoco trabajó jamás.

Comenzó a los 11 años

A los 11 años, Alfonso Serra se fumó sus primeros cigarrillos de hachís. A los 16 tomaba anfetaminas, y a los 17 se pasó al LSD, la cocaína y, por último, la heroína. Después fue encarcelado por tráfico de drogas, al que llegó "como una aventura más", según el psicólogo Cecilio Hernández.Cuando la noticia de su muerte llegó al centro para rehabilitación de Cazorla, un escalofrío retembló en los cuerpos de los 20 toxicómanos que lo habitan, incluido Francisco Javier Albarrán, el primer arrepentido de la heroína que se entregó a la justicia y que, tras obtener la libertad provisional en agosto, apoyado por las Juventudes Socialistas, se trasladó a Cazorla. "Mañana", comenta Albarrán, "a cualquiera de nosotros puede pasarnos lo mismo. Basta un desfallecimiento, una depresión por cientos de motivos; porque está claro que un heroinómano no se cura con apartarse del caballo durante tres o cuatro meses".

Las estadísticas elaboradas por el centro de Cazorla indican que sólo entre el 8% y el 10% de los heroinómanos dejan definitivamente el caballo. "Estamos mentalizados para eso", explica el psicólogo Cecilio Hernández, "lo que sucede es que la sociedad crea personas que se drogan y luego se desentiende por completo de ellas. Un centro de rehabilitación es como una isla perdida en medio del océano, adonde llegan los naúfragos".

Eran las cuatro de la madrugada de una noche calurosa en una pequeña plaza de Mengíbar. El Marqués se dejó allí sus 24 años, su mujer, sus dos hijos y sus amigos. Alfonso también se dejó la jeringuilla que llenó sus venas de muerte. Un día antes había manifestado que quería irse a Jerez, a su granja, con su mujer y sus hijos. Quería cuidar sus pollos, pero el caballo le dejó en Mengíbar.

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