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Alonso de Santos

Autor de 'La estanquera de Vallecas' y 'Bajarse al moro', cree que el escritor es un espía de los deseos y de los lenguajes de su tiempo

ROSANA TORRES, Ni su larga trayectoria profesional desde que hace 21 años se incorporara al Teatro Estudio de Madrid, ni sus 10 años como escritor dramático, ni sus más de 30 montajes como actor y director, ni su cátedra de Interpretación en la Escueta de Arte Dramático de Madrid hacen que se le deje de integrar dentro de los jóvenes autores teatrales de nuestro país. Y es que Alonso de Santos, a sus 43 años, y con la pasión por el teatro intacta desde hace dos décadas, habla en sus textos y en sus montajes de los modos y comportamientos heredados de una generación a la que él pertenece, la de los hijos reconocidos e ilegítimos de mayo del 68.

"Para mí, un autor de teatro es un espía de los deseos y de los lenguajes de su tiempo. Tengo algo de portero, y ello lo reflejo en mis obras. Observo, veo el edificio, y aquello que me parece más interesante se lo cuento a todos". Así se autodefine Alonso de Santos.Su aspecto es el de alguien marcado por mayo del 68, con ese sello que aún hoy es fácil distinguir. Ha cambiado el pantalón de pana y la bufanda larga por los tejidos actuales, sin llegar a ser un posmoderno. "Nunca me he puesto una corbata ni he seguido ninguna moda" dice.

En Alonso de Santos se conjugan dos grandes pasiones: el teatro y la literatura. Él trata de unirlas y crear magia. Tras su paso por el Teatro Estudio de Madrid vino la época del teatro independiente, en la que se realizaban todas las funciones necesarias para representar una obra, incluida la de cortar entradas. Eran los tiempos de sus andaduras por el TEI, Tábano, Teatro Libre -al frente del cual estuvo 10 años-; toda una etapa en la que él sabe reconocer a sus maéstros: Maruja López, William Leyton, José Monleón, Ricardo Doménech, Miguel Narros, José Carlos Plazá. En la literatura, Lope de Vega, Valle-Inclán, Proust, Cervantes, Esquilo, Shakespeare...

Sus obras hablan del amor y el desamor, del límite entre la marginación y la integración, del humor como punto de vista sobre nuestras limitaciones, marcando el límite entre la realidad y el deseo. Sus personajes presentan el choque entre la gente práctica y la emocional, y Alonso de Santos salva siempre a los perdedores, a los que él les regala el corazón.

"La investigación en las formas, el más acá y el más allá, todas esas cosas me resbalan. Lo que me deja pasmado es lo humano, y más que la naturaleza o los objetos me interesan las situaciones personales entre los humanos". La cabeza de Alonso de Santos es un archivador magnífico, aunque él asegura que es una cualidad que poseemos todos. Sus textos reflejan el minucioso trabajo de observador pasional. Sus ojos lo escudriñan todo.

En sus obras no hablan igual sus personajes de La estanquera de Vallecas que los de Bajarse al moro (último premio Tirso de Molina), a los que sitúa en el barrio de Lavapiés. En sus textos está siempre presente la gente joven. "Yo creo", dice, "que en el fondo es que nos negamos a ser mayores, porque lo identificamos con tener que dar respuestas, saber cosas, y yo me niego. No me considero nada objetivo, nada científico y nada seguro en nada". Su hija Vega, que ya es casi una adolescente, le ha permitido durante años poder trabajar rodeado de niños, cuyo mundo y forma de pensamiento le fascinan cada vez más.

Alonso de Santos, que no ha perdido ni un ápice de ingenuidad en su mirada, tiene la inocencia del que sigue buscando constantemente, y como si estuviera desprevenido, aún logra sorprenderse con la cotidianidad. La de él transcurre entre sus libros, sus teatros, sus clases, sus proyectos. Vive felizmente emparejado compartiendo, la pasión por la teatralidad.

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