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Los laboristas noruegos aspiran a recuperar el poder perdido en 1981

El Partido Laborista de Noruega intentará, en las elecciones generales que comienzan el domingo y finalizan el lunes día 9, recuperar el Gobierno que perdiera en 1981, tras permanecer ininterrumpidamente en el poder 28 años. Cuarenta y ocho horas antes de la elección, las oscilantes, y a veces cuestionadas, encuestas de opinión le dan una leve ventaja, pero no de amplitud suficiente como para deducir, con márgenes de seguridad, ningún resultado.En países donde las relaciones de muchos votantes con sus respectivos partidos son lo suficientemente laxas como para decidir cambios de conducta electoral en función de factores coyunturales, todo pronóstico resulta aventurado. Lo único que parece seguro es que el ganador, cualquiera que sea, lo será por márgenes estrechos.

Contradicciones internas del Partido Laborista, más su imposibilidad de superar los problemas derivados de la crisis económica, indujeron hace cuatro años a los oruegos a ceder a la tentación del cambio, y el resultado fue el triunfo de los partidos denominados burgueses, encabezados por el mayor de ellos, el Partido Conservador, que dirige el actual primer ministro, Kaare Willoch. La coalición formada por este partido en el Storting (Parlamento) con el Popular Cristiano y el Centrista, ex Partido Agrario, no fue idílica ni mucho menos en estos cuatro años de gobierno en virtud de viejas discrepancias, pero sobrevivió.

La política económica de corte neoliberal aplicada por Kaare Willoch, con medidas como la disminución del gasto público a costa de sacrificar -aspectos del sistema de seguridad social, la privatización de sectores de la economía y la reducción o supresión de subsidios, entre otras, lograron estabilizar y disminuir la inflación que había sido precisamente una de las causas del fracaso de los socialdemócratas. Incluso en el acuciante problema del paro, el actual Gobierno pudo mejorar sus índices, especialmente en el último año.

El monopolio estatal de los medios de comunicación, radio y televisión, también fue cuestionado por el Gobierno conservador, que ha llevado a la práctica una política de concesión a particulares de una cadena de televisión y varias radios.

El Partido Laborista, bajo la conducción de la dinámica y popular Gro Harlem Brundúand, con el respaldo del Partido de Izquierda Socialista, una escisión radical de aquél, y el de Izquierda (liberal), hicieron hincapié durante estos años de oposición y durante la campaña electoral en que tal política ha llevado a ahondar la brecha existente entre los sectores más débiles y los más poderosos de la sociedad.

El problema ocupacional y el mantenimiento del Estado de Bienestar que sigue siendo Noruega han sido, consecuentemente,: los principales centros del debate pre-electoral, que, por otra parte, no ha conseguido enfervorizar al electorado noruego.

En los últimos días vino a sumarse, traído por los conservadores, el tema de la política exterior y de seguridad. La pertenencia de Noruega al Tratado del Atlántico Norte (OTAN) si bien es ya a esta altura un hecho irreversible, ha seguido siendo un factor de fricciones no solamente entre los bloques, sino también en el interior de alguno de los partidos, incluido el Laborista. La creciente importancia estratégica del flanco norte europeo, el tema de la denominada guerra de las galaxias, el acuerdo sobre la doble decisión de la OTAN de 1979, han sido elementos que han aumentado el interés de las superpotencias y han contribuido a agudizar las tensiones en tomo al tema.

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