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Gestos

Circula la noticia de que el presidente Pujol, no se sabe si como símbolo solidario reducido a escala o como acción de gracias, va a escalar el Puigmal después de la victoria de la expedición catalana en la cumbre del Everest. La gesta del alpinismo catalán fue relativamente silenciada por los medios de difusión del Estado, bien porque en su dejación de nacionalismos el PSOE piense que el alpinismo catalán es asunto exclusivo de Convergència i Unió, bien porque el poder televisivo estatal, por ejemplo, ya tuviera noticia de que entre las banderas a situar en la cumbre del Everest no estaba la del Estado, pero sí la de la Caixa de Barcelona, entidad patrocinadora de la expedición.Las banderas emplazadas en la cumbre del Everest deben tener una vida fugaz, digo yo, que soy un lego en alpinismo y en banderas. De lo contrario, de prosperar el ejemplo, de los escaladores catalanes, la cumbre del Everest va a quedar en pocos días como una feria de Expobank.

Acaso rebajar la estatura de esa escalada sea un intento de rebajar la estatura de Pujol, dentro de esa lógica suicida, que algún día la izquierda española pagará muy cara, de entregar las querencias nacionales a los nacionalistas. Por otra parte, Pujol convierte la gesta deportiva en un elemento de exaltación nacional y se va a sacralizar otra montaña, el Puigmal, en un país que tiene una colección completa de montañas sagradas. Sabio gesto simbólico el del Honorable y prudente elección de montaña, pero reto al mismo tiempo a Felipe González que en ocasión de los récords de los 1.500 metros lisos de Abascal y José Luís González ni siquiera tuvo el detalle de irse a correr los 110 vallas, reducción equivalente a la que representa el Puigmal en relación con el Everest.

Se sospecha un próximo encuentro entre Pujol y Felipe González para discutir temas de alpinismo y japoneses, sin otra sombra que la del caso de Banca Catalana, una bandera que no pudo estar en la cumbre del Everest y cuya sombra pesa como todas las sombras de las banderas. Pero no sólo sobre los sueños montañeros de Pujol, sino también sobre las pesadillas oceánicas de Felipe González.

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