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Una revelación y una hipótesis

La única revelación contenida en el largo artículo publicado el domingo por Xabier Arzallus en las páginas de Deia se refiere a la celebración, el 20 de agosto de 1981, de una tercera reunión entre representarites del PNV y ETApm de la que hasta ese momento nada se conocía. A esa tercera reunión -que cronológicamente sería la segunda- asistieron, según Arzallus, "únicamente Abrisketa y Astorkiza" por parte de los poli-milis. Por el PNV asistieron, según una información que Deía incluía junto al artículo de Arzallus, este último y el entonces presidente guipuzcoano del PNV, Antxón Jaime.A partir del nuevo dato, que al parecer no sólo desconocían los poli-milis, que habían dado sus respectivas versiones, sino también los miembros del PNV que participaron en las otras dos reuniones, no parece descabellado pensar que fuera precisamente en esa tercera conversación donde se produjo, ante los octavos Abrisketa y Astorkiza, la intervención que dio origen a la interpretación en que se basa la polémica actual.

Abrisketa, actualmente deportado en el Caribe, fue considerado en su día el principal dirigente de los octavos, es decir" del sector que en enero de 1982 decidiría romper la tregua. Kepa Astorkiza se alíneó en la misma corriente y algún tiempo después se pasé a ETAM junto con un pequeño grupo conocido como los milikis. En agosto de 1981 ambos representaban ya las posiciones más críticas respecto a la decisión de mantener la tregua.

La frase "nosotros nos vamos a enfrentar a la LOAPA, a vosotros os toca luego", atribuida como literal a Arzallus por un antiguo octavo desvinculado de toda actividad violenta (véase EL PAIS del día 25), pudo ser pronunciada precisamente en esa reunión del 20 de agosto. A su vez, parece lógico pensar que fuera precisamente el sector al que pertenecían Abrisketa y Astorkiza el más interesado en utilizar esa frase en apoyo de

sus posiciones antitregua.

En las resoluciones de la VIII Asamblea de ETApm, publicadas en julio de 1982 en la revista de los octavos, puede leerse que la necesidad de proceder a un cambio en la estrategia -ruptura inmediata de la tregua- derivaba del "proceso de derechización que está reconduciendo el sistema político español hacia formas cada vez más conservadoras y antiautonomistas, (...) el recorte de las libertades democráticas y el endurecimiento de las vías de salida que el bloque dominante intenta imponer". El "impulso fundamental" para ese proceso de derechización procedía, según este texto, "del intento de golpe del 23-F coincidiendo con la apertura de una tregua indefinida por parte de la organización". Con diferencias de estilo, es el mismo diagnóstico que en el verano de 1981, 14 meses antes del triunfo electoral del PSOE, hacía Arzallus de la situación. El ex presidente del PNV se preguntaba el domingo, retrospectivamente, si acaso cabía un análisis diferente".

Si fuera cierta la hipótesis de que la clave del asunto está en esa tercera reunión, resultan lógicas las vacilaciones de los otros cuatro poli-milis interlocutores de Arzallus, todos ellos miembros hoy al partido de Bandrés. Aulestia, Lara, López del Castillo y Goiburu están de acuerdo en que las palabras de Arzallus contribuyeron objetivamente a que un sector de la organización rompiera la tregua, pero no pueden recordar la frase concreta citada como prueba definitiva por el antiguo octavo desvinculado hoy de toda actividad violenta, y disienten parcialmente entre sí sobre la impresión que en su día les produjeron las palabras del ex presidente del PNV. Si, como declaró Goiburu a Efe el domingo, "los octavos utilizaron profusamente en el debate el argumento de que Arzallus nos había animado a la ruptura de la tregua", parece razonable suponer que un efecto de aquel debate fuera que todos los interlocutores de Arzallus acabasen por aceptar implícitamente algo que en realidad sólo tenía sentido para los asistentes a la antes desconocida tercera reunión.

El fracaso de operaciones como el secuestro de Orbegozo, y la desordenada desbandada que siguió a la apüición de vías de reinserción alternativas a la auspiciada por Rosón y Bandrés, precipitaron la crisis de identidad de lo que quedó de los poli-milis, que se encontraron no sólo sin un espacio castrense claro -dada la competencia de los milis-, sino, sobre todo, sin su propio "pueblo trabajador vasco". Es decir, sin una organización política mínimamente implantada y capaz de,jugar el mismo papel que antes había asumido Euskadiko Ezkerra y que, entonces y ahora, desempeña Herri Batasuna en relación a ETAm.

Fue así como el paulatino deslizamiento hacia la consideración, reiterada estos días, de Euskadiko Ezkerra como "enemigo principal", discurrió en paralelo al afianzamiento de la ilusión de que quizá la base sana del PNV era, incluso si los militantes de dicho partido lo ignoraban, ese verdadero pueblo trabajador urgentemente necesitado de la enérgica intervención político-militar de su, vanguardia objetiva, encargada de defenderle de atentados a la identidad nacional vasca tan graves como la LOAPA, y otros delirios centralistas.

Pronunciada o no, la frase "a vosotros os toca luego", se convirtió en una excelente bandera para los que de tal guisa cavilaban.

En esa hipótesis, el error de Arzallus no habría consistido, como piensa Bandrés, en una insuficiente capacidad de adaptación al lenguaje de sus interlocutores, sino, por el contrario, en un exceso de capacidad de adaptación: para Mejor convencerles de la conveniencia de abandonar las armas habría arriesgado un lenguaje demasiado próximo a lo qtie sus interlocutores en esa tercera reunión ansiaban escuchar.

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