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Líbano vive su más grave estallido bélico en lo que va de año

La violencia alcanzó ayer su paroxismo en Líbano y se cobró al menos 70 vidas (más de 40 de ellos por la explosión de un coche bomba en Trípoli, el quinto en, siete días), mientras 213 personas resultaron heridas, según evaluaciones provisionales. La nueva llamarada bélica y terrorista, la peor en lo que va de año, se ha cobrado en los últimos 10 días al menos 235 muertos y 700 heridos. Los ataques verbales y las amenazas que se lanzan mutuamente los dirigentes políticos y jefes de milicias no sirven de nada Y permiten prever que las próximas jornadas puedan ser menos sangrientas.

Todo Líbano ardía ayer de Norte a Sur y de Este a Oeste, pasanjo por Beirut, donde los artilleros de las diversas facciones rivales se intercambiaron nada menos que 5.500 proyectiles, vengándose así acaso mutuamente de las recientes explosiones, en ambos sectores confesionales de la capital, de cuatro coches bomba con un saldo de 105 muertos."Se trata de ver quién acabará antes con el otro", dijo primero el líder druso Walid Jumblat, a lo que el ex presidente cristiano Camille Chamoun contestó advirtiendo que "los golpes serán devueltos con creces", antes de que el máximo dirigente político shií, Nabih Berri, dejase muy claro que "cualquier nueva agresión nos obligará a elegir la solución bélica".

En la noche del lunes al martes todos los bandos optaron por esa solución militar, como si las casi tres decenas de nuevos muertos civiles y el centenar de heridos a consecuencia de los bombardeos indiscriminados que dañaron incluso un orfelinato, la noche en blanco pasada por la población en los pasillos o sótanos de las viviendas escuchando los partes de la radio y la total paralización de la ciudad, que amaneció desierta, contribuyesen en algo a facilitar el desenlace de la interminable contienda libanesa.

La guerra de los coches bomba tuvo ayer un nuevo episodio, al estallar un vehículo cargado de TNT en la ciudad norteña de Trípoli, con el agravante de que la detonación, primero, de una barra de dinamita en el barrio de Abu Samra atrajo a numerosos curiosos y milicianos, a los que alcanzó la posterior explosión.

Tras una noche de enfrentamientos armados entre milicias musulmanas rivales, la explosión del vehículo -reinvindicada por unos desconocidos Revolucionarios Cristianos del Cedro, virulentamente antiintegristas- provocó al menos 43 muertos y un centenar de heridos, incluido el jefe Kanan Naji, dirigente de los Soldados de Dios, uno de los dos grupos fundamentalistas que controlan la segunda ciudad de Líbano, con 400.000 habitantes.

En Zahle, en cambio, los 100.000 habitantes de esa aglomeración urbana predominantemente grecocatólica de la llanura oriental de la Bekaa fueron sometidos ayer de madrugada a un diluvio de proyectiles de artillería disparados desde cercanas localidades shiíes que, afortunadamente, sólo causó importantes daños materiales.

Mientras, en la capital del sur de Líbano, Sidón, tres personas fallecían en un ajuste de cuentas callejero al tiempo que el jefe local de la Cruz roja Internacional, el suizo Stephen Jaquemet, era secuestrado por varios individuos armados. Estos incidentes no disuadieron, sin embargo, a unas 25.000 personas de huir apresuradamente de madrugada del infierno beirutí para refugiarse en Sidón.

Desamparadas ante la nueva ola de violencia que sumerge al país, las personalidades menos beligerantes de la clase política libanesa imploraban, una vez más, a la vecina Siria que pusiese fin al ciclo de actos criminales que se viene sucediendo a diario, de los que, según la Prensa de Damasco, "sólo sacan provecho Israel y sus agentes".

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