Una película de otro tiempo

Como si de un anexo al ciclo de cine argentino que actualmente emite la segunda cadena los jueves se tratara, La clave proyecta hoy la película argentina Martín Fierro. La dirigió Leopoldo Torre Nilsson, ese realizador puntero de su cinematografía de quien hace un par de semanas vimos La casa del ángel, espléndido título que sirviera a su autor de lanzamiento internacional.Martín Fierro, sin embargo, rodada en 1968, pertenece ya a otra época -habría que llamarla, acaso, de decadencia, aunque aún debería rodar filmes básicos como Boquitas pintadas- del cineasta, y es su acento muy otro del de La casa del ángel. Lo que en aquélla había de intimismo, de contención, incluso de crítica expuesta sin levantar la voz, en ésta lo hay de abuso épico, de discurso evidente.

La película está basada en el poema que José Hernández escribiera allá por 1872, poema que, actualizado convenientemente, sirvió también de base a Fernando Ezequiel Solana para componer su ruidoso canto Los hijos de Fierro. Tiene en el protagonista que presta su nombre a la obra un ejemplar héroe individualista, cuyas gestas nos son narradadas aquí sin escatimar detalle, con largos recorridos de cámara por la pampa salvaje -y salvaje quiere decir en este caso libre- y una idealización suprema del noble trabajo de cultivar la tierra y vivir idílicamente con la familia.

Se trata, en fin, de un panegírico del buen gaucho.

Resurgir cinematográfico

Martín Fierro coincidió con el resurgir de la cinematografía argentina, que hoy goza, con los nombres de Ayala, Olivera o Aristarain en cabeza, de otro momento óptimo.

No obstante, sin desmerecer sus valores -por otra parte muy de un momento dado- la película Martín Fierro demuestra que las palabras del crítico Jaume Picas, cuando éste afirmaba que su autor, el argentino Leopoldo Torre Ni1sson, nunca podría encararse con la despejada frescura de un cineasta norteamericano, llevaban razón.