Los Pedroches del señor Benet
Con verdadera avidez leí su artículo, señor Benet, en EL PAIS del pasado 13 de julio. Nací en ese pueblecito de Dos-Torres, en uno de cuyos bares usted se vio obligado a hacer el numerito de titiritero sobre la silla para poder oír las últimas noticias de TVE, forzado por los "gritos y la gros" de mis actuales paisanos. ¡Ahora resulta que hay que ver y oír nuestra televisión para no estar "a la espalda de la historia!"¿De qué color eran los cristales que portaba usted ante los ojos de su cuerpo y de su espíritu, señor Benet? Sólo vio ciénagas y áridos campos, grosería y chabacanería. ¡Muy oscuros deberían ser cuando tampoco pudo distinguir las encinas del valle de Los Pedroches de los olivos que dejó atrás en la sierra! No cabe duda, señor Benet, de que desde Madrid hacia abajo los españoles somos muy especiales, pues por aquí hasta "los cerdos huelen mal".
De siempre, con satisfacción y orgullo, tenía la costumbre de presentarme como "un cateto de Dos Torres"; de ahora en adelante, para su propia satisfacción, señor Benet, y gracias a lo que he aprendido con la lectura de su artículo, lo haré como "un grosero cateto de Dos-Torres".- Agustín Vioque. .
