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Roger Garaudy

El fracaso en su intento de unir cristianismo y marxismo llevó al filósofo francés al islam

Tras consumir gran parte de su vida buscando el diálogo entre cristianos y marxistas, Roger Garaudy se ha desencantado del rumbo actual de Occidente y ha buscado y encontrado en el islam "el punto de encuentro entre la creación artística, la acción política y el acto de fe". Pensador, político y periodista, ha pasado por Sevilla para asistir al I Congreso Internacional de Musulmanes Europeos, donde ha apostado por un islam vivo "que podría conocer una expansión tan grande como en la época de su apogeo, en el siglo VIII".

Nacido en Marsella en 1913, llegó a la edad adulta cuando Occidente sufría duras convulsiones: "Las consecuencias del gran crack llegaban a Europa. Había 70 millones de parados en el mundo industrial, Hitler accedía al poder en Alemania, Mussolini se aprestaba a invadir Etiopía, Franco derribaba la República española por las armas. Un joven como yo, de poco más de 20 años, tenía la impresión de asistir a un apocalipsis. Eso me llevó a adoptar dos decisiones a las que no me impulsaba ningún condicionante directo. Mis padres eran, en el plano religioso, ateos, y en el político, conservadores. Yo me hice cristiano y comunista. Cristiano, para darle un sentido a mi vida en un mundo absurdo; comunista, para dotar de una eficacia a mi acción. El marxismo no era para mí una ideología, sino el arte y la ciencia de analizar las mayores contradicciones de una época y de descubrir el proyecto capaz de remontarlas".Metido decididamente en política, es diputado por el partido comunista de 1945 a 1954, vicepresidente de la Asamblea Nacional de 1954 a 1958 y después senador hasta 1960. Su carrera política coincide con una intensa actividad como escritor (40 libros, alguno de ellos traducido a 14 lenguas) y como periodista.

Durante todos estos años intenta explicar que entre la fe que da sentido a la vida y el método que da una eficacia a la acción no tiene por qué existir ningún antagonismo. Pero con los años sesenta las cosas empiezan a cambiar: "De Budapest a Praga se reveló una imagen distinta del socialismo. Y el Concilio Vaticano Il tampoco trajo soluciones". Se desemboca en el 68 y se empieza a percibir que el modelo occidental de civilización, el del crecimiento no importa hacia dónde, "presenta tanto peligro por sus éxitos como por sus fracasos. Hasta entonces, ser revolucionario era hacer la teoría de la crisis del sistema. En adelante, ser revolucionario consistiría en concebir y vivir otro sistema".

Se decepciona definitivamente del cristianismo, que, "separando tan radicalmente lo que es de Dios y lo que es del César, no nos ha dicho nunca cómo debe comportarse el César". Deja la actividad política paulatinamente para concentrarse en la Universidad y en el periodismo. Actualmente vive en Ginebra, donde es presidente fundador del Instituto para el Diálogo de los Pueblos.

Casado con Salma Farouqui, nacida en Palestina, Garaudy encuentra en el islam lo que buscaba: "Mahoma es a la vez profeta, hombre de Estado, esposo, padre, juez, hombre de negocios y caudillo guerrero. En el islam encontré una religión de la belleza y una moral de la acción, una religión que no separa la fe de la política ni la razón de la fe. Y no tuve que renunciar a nada de mi pasado, porque Jesús, Abraham y Moisés son profetas en el Corán. El islam es la más ecuménica de las religiones", afirma convencido.

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