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Recta final del torneo de Wimbledon

Evert-Navratilova, la historia de siempre

Alex Martínez Roig

Escribía ayer Rex Bellamy en The Times que el duelo entre la norteamericana de origen checoslovaco Martina Navratilova y su compatriota Chris Evert supera ya la intriga de los eternos folletines Dallas y Dinastía. Tiene razón. El primer capítulo de la serie Evert-Navratilova se rodó en 1973, y 12 años después Martina gana por 33 a 32. Ambas se han repartido los 13 últimos títulos del Grand Slam, y Chris ha ganado como mínimo un título anual del Grand Slam en los últimos 12 años.

Chris y Martina se necesitan. Sin una de ellas, la intriga no tendría atractivo y descendería el índice de audiencia de las diversas cadenas de televisión que transmiten los torneos más importantes del circuito mundial. Algo similar sucedería con los periódicos y revistas especializadas. De cara al público, Martina tiene una imagen más cercana a JR, quizá porque es residente en Dallas, porque lleva mucho tiempo ostentando la cabeza de la lista de ganancias y porque su dominio total en los últimos años hacían desear el fin de su poder absoluto. Chris es como el Bob Ewing de la historia. Siempre amable, sonriente en la derrota, modesta en la victoria, Chris juega en los últimos años el papel del eterno perdedor.Las dos pueden entrar hoy (15.00 horas TVE-2) en las listas de récords. Chris, al ganar su tercer torneo del Grand Slam consecutivo. Desde Helen Wills Moody, entre 1927 y 1930, nadie había logrado una hazaña similar en el tenis femenino. Chris Evert, que cumplirá en diciembre 31 años, anunció en París que se retirará este año o, como máximo, el próximo. Navratilova, al saberlo, dijo que ella no tardaría en seguirla. Para Chris, la presencia y el dominio de Martina han servido como acicate para sus últimos años. "Sin ella", comentó Navratilova, "seguramente ya habría dejado el tenis para fundar una familia. No me habría sentido motivada para seguir sacrificándome día a día". Para Martina, la marcha de Chris significaría el principio del fin: "Ya no será lo mismo. Entraré en una dinámica en la que todo consistirá en batir récords frente a jovencitas con talento. No existirá la pasión que siento cada vez que me encuentro ante Chris". En torno a los récords, el pasado año Navratilova logré algo sin precedentes: 128 victorias de un total de 130 partidos, con rachas de 54 y 74 triunfos consecutivos.

Las dos finalistas son íntimas amigas. Se han repartido la presidencia de la WTA (el sindicato de tenistas femeninas) en los últimos años. Han bromeado continuamente, la última vez el jueves, en un partido de dobles en el que se enfrentaron, cuando posaron separadas por un bobby. Evert cree que la victoria de la final de hoy dependerá del estado de ánimo de las tenistas, ya que "Martina y yo nos conocemos tanto", explica, "estamos tan igualadas, que el triunfo depende de los ánimos del día".

Evert suma 16 títulos del Grand Slam (6 Wimbledon, 6 Roland Garros, 2 Open de EE UU y 2 Open de Australia). De ganar en Londres únicamente le restaría vencer en Australia para cobrar el famoso millón de dólares, que ya se ha adjudicado Navratilova, vencedora en 11 torneos del Grand Slam (5 Wimbledon, 2 Open de EE UU, 2 Roland Garros y 2 Open de Australia).

La serie Evert-Navratilova está tocando a su fin. Ha durado tanto en las pantallas como Bonanza o La casa de la pradera. Esta vez ni siquiera los guionistas saben quien saldrá vencedor. Chris ha tenido un torneo mucho mejor que el de Martina, y la venció después de dos años y medio -no lo hacía desde Australia en 1982- en la final de París. A todos les gustaría que la final de hoy sea, como mínimo, tan buena como la de Roland Garros. La audiencia subiría muchos enteros.

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Sobre la firma

Alex Martínez Roig
Es de Barcelona, donde comenzó en el periodismo en 'El Periódico' y en Radio Barcelona. En EL PAÍS ha sido redactor jefe de Deportes, creador de Tentaciones, subdirector de EPS y profesor de la Escuela. Ha dirigido los contenidos de Canal + y Movistar +. Es presidente no ejecutivo de Morena Films y asesora a Penguin Random House.

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