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ANDALUCÍA

El triple asesinato de Marbella parece obra de delincuentes comunes, según la policía

El asesinato con una escopeta de cañones recortados de tres súbditos filipinos, dos de los cuales servían en el chalé de un hombre de negocios libanés en Marbella, podría tratarse de un simple delito común. Según los primeros indicios, los autores del triple asesinato serían delincuentes comunes que habrían entrado en el chalé para robar.

La noticia de que tras el crimen no haya motivaciones políticas ha tranquilizado a la numerosa comunidad árabe, especialmente sensible a hechos de este tipo desde que el verano pasado Marbella se convirtió en sangriento objetivo de grupos terroristas islámicos que atentaron contra libaneses, matando a dos personas. La policía mantiene una hipótesis que elimina los temores surgidos en la comunidad libanesa en los primeros momentos: los autores del triple asesinato son delincuentes comunes de la costa que sólo pretendían desvalijar el chalé Aluba, situado en una de las más lujosas urbanizaciones del término municipal. Al menos tres individuos, que llegaron a pie hasta la villa, que sólo dista 600 metros de la carretera general y un kilómetro de Puerto Banús, penetraron en la vivienda para saquearla. Sorprendidos por los sirvientes y una amiga, que venían de hacer compras, los encerraron en el sótano entre turbinas y conducciones de agua. Una de las víctimas, Rolando Deomampo, intentó huir y fue abatido por la espalda con un tiro de escopeta. Desconcertados por el cariz que tomaba la -situación, y para evitar testigos, los ladrones decidieron después matar con sendos disparos a bocajarro en la cabeza a las mujeres. Después, y siempre según la primera versión de los hechos construida por la policía, huyeron precipitadamente en un coche del chalé, dejando en su nerviosismo el botín, la caja fuerte intacta y tres cadáveres en un sótano anegado de agua.

Fortunas árabes

El chalé está enclavado en la denominada milla de oro, extendida desde Marbella hasta San Pedro de Alcántara, que, con la mezquita como centro, reúne las principales fortunas árabes. Desde que el rey Fahd y altos mandatarios fijaron su residencia palaciega en la ciudad, otras personalidades han hecho lo propio. Habitualmente estos chalés cuentan con sofisticadas medidas de seguridad, no ya sólo por cuestiones de seguridad personal, sino también por los objetos de valor que encierran. Un término municipal de 114 kilómetros cuadrados, con más de 120 urbanizaciones de gran lujo, se ha convertido, por la escasa vigilancia, en terreno abonado de rapiñas que proporciona suculentos botines. El año pasado, simplemente saltando una tapia, con los dueños dentro, un ratero se llevó de uno de estos chalés un maletín con joyas valoradas en más de 100 millones de pesetas.Las competencias en este terreno las tiene la Guardia Civil, impotente para controlar una zona tan extensa con efectivos limitados. Cuentan con 21 agentes para patrullar y seis vehículos. En verano llegan refuerzos, que quedan inéditos, porque casi todos se dedican a la protección de las autoridades y personalidades que en gran número recalan en la ciudad.

Esta escasa custodia, aparte de los métodos tradicionales de seguridad -alarmas, circuitos de televisión, infrarrojos y guardas jurados-, ha motivado que algunos residentes, sobre todo árabes e ingleses, opten por una solución alternativa y no muy gravosa: mantener ininterrumpidamente un personal de servicio que espante a posibles rateros. Desde que Isabel Preysler convenciera a la clase pudiente y jet de las excelencias de los filipinos, éstos han inundado toda la costa. Trabajadores ilegales que se conforman con poco más que cama, comida y 15.000 pesetas mensuales, presionados por su propia situación, con órdenes tajantes de enclaustramiento "para evitar problemas", se convierten en abnegados lacayos con unas condiciones de trabajo rayanas, en algunos casos, en la esclavitud.

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