Faustino Cordón y la magdalena de Proust

Hace unos días, EL PAÍS (31 de mayo de 1985) publicó un interesante artículo de Faustino Cordón con motivo de la aparición, casi simultánea, de dos obras de Carlos Gurméndez. Está muy bien que los científicos se acerquen a los filósofos, y sobre todo que esto lo haga un hombre como Cordón, que une a su hábito científico una cultura humanística extraordinaria.Sin embargo, hay una objeción que, con todos los respetos, quisiera hacer. El mencionado artículo permanece en lo meramente programático y soslaya la cuestión nietodológica. Claro que el artículo de un diario no puede ser tan completo como un amplio y riguroso tratado, pero creo que en este caso se podía pedir, por lo menos, alguna indicación sobre el método que Cordón emplea para hacer efectivo él integracionismo que sostiene entre lo anímico y lo biológico, lo subjetivo y lo objetivo y, no digamos, para resolver la paradoja de que la introspección sea uña tarea científica", cuando se ha dicho hasta la saciedad que la introspección, por principio, no podía ser objetiva.

¿Cómo, pues, construir un puente que enlace dos orillas tan diversas como son lo anímico y lo biológico? Que existe tal puente no cabe la menor duda, pero hay que hacerlo evidente, a no ser que nos condenemos a permanecer en un teilhardismo vaporoso. Por otra parte, ¿piensa Cordón que, todavía, es válido sostener sin más un paralelismo entre la ontogenia y la filogenia?

Si nuestros sabios reconocidos se quedan en lo especulativo y no nos enseñan a caminar metodológicamente, lo más probable es que permanezcamos en una admiración pasiva ante su eminente saber. Proust podía recrearse con los vericuetos imaginarios que le despertaba su famosa Magdalena. Un científico puede en ocasiones hacer lo mismo -Cordón suele hacerlo-, pero, de cuando en cuando, tendrá que darnos la receta, por si alguien quiere hornear su propia magdalena.-

Burgos.