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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Una frágil unión

CUANDO FALTAN menos de 10 meses para las elecciones legislativas en Francia, los partidos y personalidades políticas del país vecino se han lanzado ya a una vertiginosa campaña. Los socialistas, convencidos de que van a perder la mayoría, han intentado minimizar los efectos de su previsible fracaso con una nueva ley electoral, que introduce la proporcionalidad por primera vez en la historia de la V República. La derecha tiene una excelente ocasión para ocupar al palacio de Matignon -sede del primer ministro-, pero necesita presentar un frente unido, algo especialmente difícil en un país donde las fuerzas de derecha tienen una larga historia de luchas internas por el poder.Sobre el papel, todo parece fácil. Los sondeos de opinión indican reiteradamente que la mayoría, de los franceses no está satisfecha con la "experiencia socialista" y que está dispuesta a emitir un voto de castigo contra sus actuales gobernantes. En la práctica la realidad es mucho más compleja que una simple alternancia en el poder. La oposición está representada en Francia por un partido (el RPR), una coalición (UDF) y una personalidad original y casi independiente, el ex primer ministro Raymond Barre, amén del ultraderechista Frente Nacional. Aunque teóricamente todos tengan en común el mismo interés (expulsar a los socialistas del poder), los objetivos de unos y otros son distintos. Hay dudas sobre qué hacer cuando se alcance la mayoría y, sobre todo, sobre quién lo hará. Jacques Chirac, Valéry Giscard d'Estaing y Raymond Barre son tres vigorosas personalidades que no están dispuestas a despejar el camino para que triunfe uno de sus rivales.

Ninguno quiere ser, sin embargo, la oveja negra, el autor de una ruptura formal que pudiera restarle apoyos entre los electores. Por eso, el RPR y la UDF firmaron el pasado 10 de abril un acuerdo para gobernar juntos si ganan las elecciones de 1986; y por eso los tres líderes acudieron el pasado 9 de junio a una convención liberal que les reunía sobre un estrado público por primera vez des de la derrota de 1981. Una lectura del acuerdo y de los discursos pronunciados en el Palacio de Congresos de París pone de relieve, sin embargo, la fragilidad de la unión. Los líderes juegan con barajas distintas y ni tan siquiera se molestan en ocultarlo demasiado. Chirac, líder del RPR y alcalde de París, tiene una ventaja y un inconveniente frente a Raymond Barre. La ventaja es su partido, la única organización de derecha verdaderamente seria en Francia, y el inconveniente, sus bajos ni veles de popularidad personal. La estrategia de Jacques Chirac es ocupar el palacio de Matignon en 1986 y pre pararse para el asalto al Elíseo en 1988, teniendo buen cuidado de demostrar a sus seguidores que cohabitar con François Mitterrand durante dos años no significaría traicionar su programa ni llegar a compromisos con los socialistas. Raymond Barre, en cambio, quiere aprove . char su popularidad personal para lanzarse inmediata mente a la batalla por la presidencia de la República. Caso de ganar las elecciones legislativas de 1986, trata ría de comprometer a la oposición para forzar la rápida dimisión de Mitterrand. Vacante el Elíseo, Barre sería, en ese momento, el mejor candidato.de la oposición.

No resultará fácil que Chirac y Barre logren fraguar en los próximos meses un pacto de unidad sincero. Sólo los progresos electorales del Frente Nacional y el riesgo de tener que llegar a acuerdos con Jean-Marie Le Pen para alcanzar una nueva mayoría en la Asamblea podría moderar su enfrentamiento. El líder de la derecha más interesado en conseguir un frente común es Giscard d'Estaing, que apuesta discretamente por Chirac y que se presenta como el pegamento capaz de unir al RPR y a la UDF, y de conseguir que Barre no se aleje demasiado. El papel de padre de la unión permitiría al ex presidente de la República volver a la escena política con nuevas esperanzas.

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