Casarse para conseguir la residencia se ha convertido en un próspero negocio en Estados Unidos
El Servicio de Inmigración y Naturalización de Estados Unidos ha dado a conocer las cifras de las personas a quienes en 1984 les fue concedida la residencia, paso previo para adquirir la nacionalidad norteamericana. Según estos datos, de entre la cifra total de admisiones, 111.653 extranjeros consiguieron la ansiada carta verde de la residencia a través del método del matrimonio. Esta forma de conseguir la nacionalidad se ha duplicado en los últimos 10 años, y se ha convertido en el método más usual de entrar legalmente en EE UU. Las autoridades sospechan que detrás de estos matrimonios hay agencias especializadas que los arreglan por dinero.
Para las autoridades norteamericanas la mayoría de estos matrimonios son legítimos, que es lo mismo que decir por amor, pero una gran parte, que parece ir aumentando en los últimos años, no son más que un negocios privado entre las partes. El inmigrante paga una cantidad que varía según sus posibilidades -entre 200 dolares (34.000 pesetas) y 5.000 (850.000 pesetas)- al ciudadano o ciudadana norteamericana a cambio accede a contraer matrimonio y permanecer un tiempo prudencial viviendo con el inmigrante o suficientemente localizable por si las autoridades de inmigración deciden investigar. Al cabo de seis meses, que es lo que tarda en llegar la ansiada tarjeta verde, ambas partes contratantes se divorcian.Dado que el probar el fraude -es decir, que el matrimonio se ha realizado por interés- es una tarea que corresponde a las autoridades, este tipo de arreglos funciona casi siempre.
Cuestionario privado
Según Martin Greenfield, del mencionado servicio de inmigración, los nuevos estilos de vida hacen aún más dificil probar que se trata de un auténtico matrimonio al no existir unos cánones sociales que lo delimiten.Por lo general, cuando un inmigrante pide la residencia en Estados Unidos tras haber contraído matrimonio con un ciudadano norteamericano, las autoridades de inmigración le someten a una serie de cuestionarios que incluyen preguntas muy concretas sobre su vida privada. Preguntan, por ejemplo, el color del cepillo de dientes del otro conyugue, e incluso aspectos más íntimos. Pero también estos aspectos los tienen previstos las agencias que se dedican a concertar matrimonios, que someten a los contrayentes a sesiones en las que les instruyen de cómo responder a estas preguntas.
Para los emigrantes que así consiguen su residencia norteamericana, muy a menudo surgen sorpresas. Por ejemplo, descubren que la mujer con la que se han casado tiene hijos bajo su tutela y que les corresponde a ellos hacerse cargo. Otras veces son las deudas del anterior marido o esposa, que también les caen encima, dado el carácter de gananciales que tienen los matrimonios en EE UU.
En cuanto a los ciudadanos norteamericanos, preferentemente las mujeres que se prestan a este negocio, también se pueden encontrar con problemas. Muy a menudo el marido, una vez celebrado el matrimonio asume el papel de tal y considera a la esposa como una posesión suya, y otras veces se producen casos de extorsión.
Más problemas
Organizaciones que protegen a las madres solteras, funcionarios del Gobierno y los abogados señalan que su preocupación por la extensión de esta práctica va mas allá del posible procesamiento de las infractoras. Uno de los casos más comunes es que el inmigrante que quiere adquirir la nacionalidad se niegue a pagar el resto de la cantidad adeudada una vez celebrado el matrimonio. La ciudadana acude entonces a las autoridades buscando apoyo.La naturaleza ilícita de estos matrimonios provoca, también, que algunas de estas mujeres se vean en mayores dificultades económicas que las que les obligaron a realizar el acuerdo al asumir el nuevo matrimonio las deudas que tenía el marido.
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