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Magda Oranich

Abogada y feminista, afirma que la violación es una agresión de la sociedad contra las mujeres, más que una mera conducta individual

Desde los consejos de guerra a los tribunales de orden público, las audiencias provinciales o los juzgados de familia, son pocas las instancias judiciales a las que no haya acudido Magda Oranich en sus 17 años de ejercicio profesional como abogada. Inquieta y reivindicativa por naturaleza, son también escasas las fechas de la historia reciente de la izquierda catalana en las que no haya participado, y muy irremisiblemente perdidas han tenido que ser las causas en cuya defensa no interviniera. La acusación privada que ahora ha ejercido contra Francisco López Maíllo, autor de alrededor de 50 agresiones sexuales a mujeres, ha sido para ella una clara cuestión de militancia y solidaridad con el sexo femenino.

No vacila Magda Oranich en definir las violaciones como "una agresión de la propia sociedad contra las mujeres". "Cuando acuso a un violador", dice, "entiendo que, en nombre de las personas agredidas, no me estoy dirigiendo sólo contra él, sino contra una sociedad que ha hecho posible su violencia contra el sexo femenino". El proceso seguido contra López Maíllo, conocido como el violador del Ensanche, ha sido para esta conocida abogada, nacionalista de izquierdas y feminista, un claro exponente de esa violencia latente en la sociedad contra las mujeres."La sociedad debe enterarse de que los violadores no están siempre locos", afirma. Añade, con energía, a pesar de su sonrisa, que todavía muchos hombres consideran las agresiones sexuales a mujeres como un asunto cuasi normal, como un chiste, un mal menor. "Incluso en compañeros de la propia profesión se pueden oír comentarios jocosos sobre el presunto consentimiento de una mujer en sucesos de esta naturaleza". Es toda la sociedad, según constata Magda Oranich, la que rezuma esa violencia y esa sátira constante hacia los asuntos del sexo. Y contra el machismo latente en cada una de las cosas, las gentes y las situaciones de este sistema social, afirma, es contra lo que necesariamente debe dirigirse el movimiento feminista.

Recuerda Magda Oranich el año 1975 como la línea divisoria de su trayectoria profesional. El final del franquismo significó para ella el retorno al tema de la mujer, una vez que los primeros pasos de la democracia le permitieron ganar tiempo a los procesos militares, penales y de orden público. Divorcios, procesos contra malos tratos y violaciones, y abortos, son algunas de las causas a las que se ha dedicado en los últimos años, désde la perspectiva de una realidad cotidiana, no desde la mera esfera legal.

Magda Oranich retiene, de la época anterior, su lucha desesperada, y la de sus compañeros, contra la pena de muerte. Una batalla que perdió, a contra reloj y con una brutalidad no olvidada, cuando presenció con sus propios ojos el fusilamiento de Juan Paredes Manot, Txiqui, en 1975.

Rotunda pacifista desde mucho antes de esa fecha, es también Magda Oranich aficionada a las plantas y a los animales ("Puse a mi nuevo perro Troylo y le envié mi pésame a Gala cuando murió el suyo", dice); madre de dos hijos, Sergi e Iván. Defensora, en fin, de causas perdidas y de otras ganadas, a las que dedica, inamovible, la misma atención terca que a sus primeros expedientes.

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