_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Fantismo

Mi descubrimiento de que esto ya empieza a ser un país posindustriafizado ocurrió en un autobús de trayecto rural. Uno de esos rugientes, sudorosos y dicharacheros Pegaso de estética guineana que conectan las ferias con los mercados, de parada aleatoria, con cinta egipcia de Rocío Jurado a toda pastilla y el portaequipajes repleto de pollos moribundos y hortalizas recién asesinadas. Ocupaba yo un asiento a medio metro escaso de esa pegatina que representa un pobre cigarrillo humeante incrustado en el universal logotipo rojiblanco de prohibido el paso, cuando, estimulado por el ambiente bullicioso del cacharro, se me ocurrió la infeliz idea de encender una Farias, como suelen llamar en tales sitios al famoso puro nacional.Apenas esbozadas las primeras bocanadas, me sale de un rincón un basilisco de la liga antitabaquista profiriendo alaridos contra mi intolerable falta de civilidad y conminándome a apagar inmediatamente la Farias bajo amenaza de denuncia o cosas peores. Uno ya está acostumbrado a ser humillado en público, y a grito pelado, por los apóstoles de la salud en aviones, taxis, ascensores y restaurantes, pero lo del autobús guineano que apestaba a ferias y mercados fue el dato que me faltaba para entender la gran mutación que vive este país. Porque la forma externa del fanatismo antitabaquista es más o menos la misma que la de nuestros viejos demonios cainitas (pupilas inyectadas en intolerancia, prosodia pendenciera, imperativo categórico militar, chulería de gallo de pelea y, sobre todo, esa mirada terrorífica de los que van por la vida en posesión de la verdad: el humo ciega sus ojos), pero las razones del nuevo espíritu fanático han cambiado profundamente. Ya no son aquellos motivos cochambrosos, chapuceros, francamente preindustriales, relacionados con la religión, la ideología o el ser, el quién y el no sé cuánto de los españoles. Ahora están dispuestos a matarte si descubren que te estás matando.

Seguramente la prueba de que ya estamos más cerca de la deseada civilización posindustrial es que la zona de no fumadores progresa en la misma proporción geométrica que en los países más avanzados. El problema es que muchos confunden esa zona con la mismísima zona nacional.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_