_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

'Coca-cola'

Me pregunto si el despliegue en Europa de los Pershing 2 no tendrá como objetivo último preservar el ultrasecreto de la nueva fórmula de la Coca-Cola. Han pasado 100 años y el E=mc2 espumoso ha sabido mantener su incógnita con mucho más celo que las claves atómicas o cibernéticas. Y es que, como se sabe, la receta de la Coca-Cola es el santo y seña final, la cifra insondable del código de vida americano. Su magia alquimista ha permitido a Estados Unidos convertir el metal en oro.En estos 100 años, la superfórmula sólo había sufrido ligeros retoques, como fue en 1903 la desaparición de su contenido de cocaína. Y ahora, casi de repente, en estos finales de siglo, el símbolo nigromántico cambia y se nos propone una bebida con "sabor más suave, armonioso y completo". ¿Qué metamorfosis radical se ha producido en EE UU para que se tome medida tan alarmante? ¿Qué carencias ha reconocido el imperio para variar el rumbo de su identidad hasta esos extremos? ¿Por ventura la fórmula del american way of life ha quedado obsoleta ante los nuevos tiempos?

Sin duda no es casualidad que tal conmoción se produzca bajo la égida de Reagan. Hibernados el New Deal, la Nueva Frontera y demás estereotipos enmascaradores, cae ahora degollado, inmisericorde, el código secular de la CocaCola. Algo muy grave debe de estar sucediendo en los subterráneos de la conciencia americana como para que Reagan apueste por una bebida revolucionada. De la mano del presidente, la nueva CocaCola, superadora de la iconografïa publicitaria de los hippies floreados o del melancólico Julio Iglesias, se me aparece como una aventura arriesgada para la humanidad. No es, pues, extraño que la nueva cifra cabalística, más misteriosa que nunca, sea protegida no sólo por siete llaves en la madriguera de la Trust Company of Atlanta, sino también por las múltiples baterías de los Pershing 2 y demás despliegues estratégicos del Pentágono. Ni los soviéticos, ni incluso la OTAN deben poder husmear en la nueva E=mc2 del imperio. Ni tampoco los extraterrestres: de ahí probablemente la tozuda voluntad de Reagan de llevar adelante la .

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_