Alergia: la batalla innecesaria del sistema inmunológico
Enfermedad hereditaria, cada vez más extendida, y de la que se desconoce la causa precisa
CARMEN MARIÑOEl caso de aquella mujer era especialmente delicado: tenía alergia a su marido. Sólo eso explicaba los fuertes y puntuales ataques de asma que sufría cuando estaba en la cama con él, lo que no ocurría cuando dormía sola. Una cuestión dificil de explicar sin que provocase, en el mejor de los casos, el escepticismo del interlocutor. Incluso si se trataba de un médico, su historia podía resultar demasiado extraña y hasta un poco ridícula.
Tuvo la suerte de que Carlos Jiménez Díaz hubiera creado hacía poco tiempo un servicio de alergia en la madrileña clínica de la Concepción, porque entonces todavía no existía oficialmente esta especialidad y los fenómenos alérgicos se consideraban más como un fruto de la imaginación que como un fenómeno científicamente explicado. Fue él, junto a Antonio Sastre Castillo, actual jefe de dicho servicio, quien descubrió que, efectivamente, el causante de la alergia de aquella mujer era su propio marido. Afortunadamente, el caso no era demasiado grave porque el alérgeno (sustancia que provoca la alergia) era la caspa de su pelo.
Aunque actualmente se sabe que responde a mecanismos relacionados con el sistema inmunológico y se conoce bastante a fondo la forma en que se produce la alergia sigue rodeada por un halo de misterio. "Esto se debe fundamentalmente a que es una especialidad médica reciente, ya que sólo hace cinco años que ha sido reconocida en España, a que existen muy pocos alergólogos, alrededor de 500 en todo el país, y sobre todo a la tendencia que existe a catalogar como alergia cualquier reacción inexplicada", señala el alergólogo Miguel Ángel Renart.
Hábitos alimenticios y contaminación
La alergia no es culpable de todos los males que se le imputan, pero, según un reciente estudio, seis millones de españoles padecen o creen padecer manifestaciones más o menos graves de esta enfermedad. Y se reconoce que el número de casos va en aumento, tal vez a causa de factores propios de la civilización actual tales como los hábitos alimenticios o la contaminación ambiental.
Es muy difícil trazar el retrato robot del alérgico, pero existen datos definitorios acerca de su frecuencia. Se sabe, por ejemplo, que afecta en mayor proporción a mujeres que a hombres, a niños que a adultos. También se ha detectado una mayor incidencia de alergia entre los trabajadores de la industria que entre los del campo, y se ha comprobado que su frecuencia es mayor entre los habitantes del interior que entre los de la costa.
Un factor de gran importancia es el genético. Actualmente no existe ninguna duda acerca de la importancia del factor hereditario. No es que se herede la alergia a una sustancia determinada, sino la tendencia a manifestar una respuesta desproporcionada ante sustancias que normalmente son inocuas. Se trata de una herencia polígénica, es decir, que interviene un mínimo de ocho genes en su transmisión. Esto da lugar a saltos generacionales y es frecuente que en el árbol genealógico de un niño alérgico se encuentren antepasados con el mismo problema.
Las enfermedades alérgicas se producen cuando una sustancia que para la mayoría de las personas es inocua desencadena en otras una reacción inmune que da lugar a síntomas clínicos. El sistema inmunitario tiene como misión reconocer lo que es ajeno al organismo y facilitar su destrucción, pero también está capacitado para valorar si se trata realmente de una agresión y, en este caso, determinar la magnitud de la respuesta necesaria. Sin embargo, en las personas alérgicas la respuesta, además de estar mal dirigida, es exagerada.
El proceso se inicia cuando un macrófago (célula fagocitaria) capta un antígeno (el cuerpo extraño al organismo que va a producir la reacción alérgica). Inmediatamente se inicia la producción de anticuerpos dirigidos específicamente contra ese antígeno invasor. El anticuerpo responsable de las reacciones alérgicas es fundamentalmente la inmunoglobulina E (igE), que se une a las membranas celulares de los basófilos (un tipo de leucocitos) y mastocitos (células presentes en la piel, mucosas y órganos linfoides) dejándolas sensibilizadas específicamente contra las sustancias invasoras, de manera que cuando aparecen de nuevo es reconocida por ellas. Estas liberan inmediatamente unas sustancias (histamina, protaglandinas, badiquina) que son las que van a desencadenar la manifestación clínica.
Los agentes causantes de las alergias suelen ser de dos tipos: moléculas orgánicas de gran tamaño, que el organismo reconoce por su propia constitución (componentes de los pólenes, hongos, caspas, pelos de animales y ácaros de polvo), y moléculas de muy pequeño tamaño, que el organismo debe comparar con una proteína propia para reconocerlas como ajenas (componentes de los alimentos, de ciertos conservantes y de los medicamentos, metales que suelen desprender los pendientes, ciertos productos sintéticos).
No se ha podido determinar cuál es la causa de que, mientras a la mayoría de la gente no le afectan en absoluto estas sustancias, determinadas personas reaccionan contra ellas de manera desproporcionada, que se traduce en asma, rinitis (reacción de la pituitaria), conjuntivitis, dermatitis (inflamación de la piel), urticaria, que es la manifestación más frecuente, o fiebre del heno (conjuntivitis y catarro nasal acompañado de síntomas asmáticos). Sarpullidos, picores, estornudos, inflamaciones, vómitos, mareos y jaquecas son frecuentes entre los que sufren alergias.
Aunque las sustancias capaces de producir alergia son muy variadas, existe un nexo común entre ellas, ya que en la mayoría de los casos el desencadenante del proceso alérgico es una proteína. Por eso no es infrecuente la alergia a individuos, ya que la caspa y la saliva contienen gran cantidad de proteínas. "Se han llegado a producir casos de esterilidad inmunológica debidos a que el organismo de la mujer produce anticuerpos capaces de destruir los espermatozoides del marido", indica Renart.
Pero los casos más frecuentes, según Sastre Castillo, son las alergias a huevos, leche, legumbres, frutos secos e incluso a sus semillas.
También se advierte que está aumentando el número de casos en los que existe alergia a caspa de animales domésticos. "Por otra parte, estamos comprobando que aproximadamente el 10% de los asmáticos que no toleran la aspirina también son sensibles al colorante alimentario que se utiliza como sucedáneo del azafrán". En cuanto al marisco, indica que "tiene mala prensa como productor de alergias, pero en la práctica sólo suele producir urticarias".
El 'saludo alérgico' de los niños
Los niños son quienes sufren con más frecuencia estas manifestaciones. Los médicos hablan del saludo alérgico para definir la forma en que ciertos niños que padecen catarro alérgico entran en sus consultas. Consiste en un modo característico de arrugarse la nariz con la mano para aclarársela. Este movimiento frecuente origina también el típico pliegue en la nariz de estos niños.
Sastre Castillo asegura que "no hay ninguna constitución que defina al niño alérgico, aunque sí puede considerarse característico el que generalmente tienen una piel áspera y seca por todo el cuerpo. Y en las corvas y cara anterior de los codos suelen presentar lesiones de eczema".
Las manifestaciones alérgicas más frecuentes en los niños son rinitis y asma, pero la más caracte-
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rística es la dermatitis atópica, que no aparece en adultos salvo que se padezca desde la infancia. Leche y huevos son los alimentos que más alergia infantil provocan. "En la práctica observamos que, con frecuencia, los niños que sufren alergia alimentaria han recibido lactancia artificial, alimentos preparados o comida de adulto muy precozmente".
"La explicación es que el sistema defensivo intestinal no está bien desarrollado todavía y se produce una absorción de las proteínas de la leche y la clara del huevo sin haber sido oportunamente modificadas, lo que actúa sobre el sistema inmunológico dando lugar a la alergia", dice Sastre Castillo, quien asegura que este riesgo existe para los niños que tienen antecedentes de alergias en la familia.
En el caso de que se haya producido la alergia, la supresión de alimentos no supondrá siempre la curación de la alergia, aunque sí la mejoría. Cuando existen precedentes alérgicos en la familia conviene que los más pequeños prueben nuevos alimentos con precaución, en pequeñas dosis.
Existen errores muy extendidos en torno a la alergia. "Uno de ellos es la creencia entre la misma clase médica de que el asma y la rinitis no se curan. Esto ha provocado una postura nihilista que considera inútil aplicar el tratamiento, la inmunoterapia o la vacuna".
La vacuna se compone de extractos de la sustancia que provoca la alergia, preparada especialmente para cada caso. Actúa creando una inmunoglobulina que atrapa al alérgeno, se conjuga con él y le impide producir los síntomas. Esta sustancia se inyecta en dosis pequeñas y crecientes hasta alcanzar la máxima tolerancia, y debe mantenerse durante un año a partir del momento en que ya no existen síntomas.
"Otro error muy extendido es creer que se cura antes la rinitis que el asma, cuando en general ocurre lo contrario. El asma bronquial, en el 70% de los casos, es de origen alérgico. En los niños tiene este origen en la práctica totalidad de los casos".
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