_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La picaresca de la informática

HAY POCAS dudas de que la informática es un fragmento ineludible del futuro. En España ha entrado en tromba. Una tromba desordenada, pueril y picaresca. Dentro de esa picaresca está la proliferación de una falsa enseñanza. Aparte de la facultativa, o de la que dan algunos colegios profesionales o algunas escuelas especiales como complemento para su formación, han brotado en las ciudades centenares de supuestas academias que especulan con la angustia del paro juvenil, con la necesidad de no perder el tren del futuro y con la ignorancia básica. Cobran, contra todo derecho, matrículas de inscripción y tarifas elevadas por imaginarios cursillos más o menos intensivos, que al final se revelan inútiles o insuficientes y producen corrientes de alumnos hacia otras academias y hacia nuevos pagos de matrícula. La instalación en un piso cualquiera de unos ordenadores simples y anticuados y la presencia de unos profesores generalmente ignorantes resulta bastante para el nuevo negocio. Parece que el imprescindible trato con el ordenador debería ya estar programado en los planes oficiales de enseñanza y que las academias fantasmas tendrían que estar vigiladas, tanto en sus tarifas como en la realidad de sus promesas. Por ahora hay, sobre todo, un autodidactismo bastante fecundo, una forma vertiginosa de familiaridad de los muy jóvenes con la programación y una falta de aprovechamiento en la dirección de estas facultades de los niños-prodigio.La misma idea del ordenador doméstico o personal está penetrando por unas vías en las que también hay promesas que no se pueden cumplir. El inocente que mete en su casa un teclado para manejar las cuentas de la casa, sus relaciones con el banco o su agenda telefónica entra de pronto en un vértigo de adquisiciones. El gritito de entusiasmo que da cuando ve aparecer en la pantalla de su televisor los primeros signos y algún pequeño programa se ve amargado pronto por su insignificancia: necesita software. Una casete le calmará algo, pero pronto la verá demasiado lenta; tendrá que comprar ampliaciones de memoria, conexiones, unidad de diskette, impresora, nuevas conexiones y un monitor que deje libre el televisor familiar. Descubrirá entonces que no sabe: fascículos, libros y revistas le irán mostrando que su ignorancia es excesiva. Solamente saber el basic equivale a aprender un idioma. Pero hay otros idiomas para la máquina, que no trabaja sola. Si quiere ir más allá de los juegos de marcianos tendrá que buscar una academia. Y entonces... A la larguísima lista de españoles que pasan su vida intentando aprender inglés se suma ya la de quienes están siempre intentando aprender el basic.

Parte de esta picaresca está en las tiendas improvisadas. Los vendedores pueden ocultar al comprador ignorante el verdadero alcance de lo que compran y los complementos que va a necesitar y los precios en los interfaces y las conexiones. Pero también pueden ignorarlo ellos mismos: antiguos dependientes de máquinas de escribir mecánicas o de electrodomésticos se ven convertidos en vendedores de microelectrónica, mal reciclados a veces en cursillos que les cuestan sudores de muerte; son incapaces de hacer demostraciones reales o de dar información suficiente. También ejecutivos improvisados o una burocracia ignorante producen importaciones incompletas: parte del software imprescindible, incluso muy menor -papel térmico o casetes para impresoras-, no se trae o no llega en meses, y dejan máquinas caras completamente paralizadas. Y en la picaresca puede entrar que grandes y modernas empresas multinacionales, representadas por viejos chapuceros, se nieguen a, vender los complementos que mejorarían un ordenador con la esperanza de que el usuario decida cambiarlo por un modelo superior, a veces con millones de pesetas de diferencia que se pagan en lugar del diskette de programación. Queda fuera de esta diatriba la gran parte seria de la informática: la infinitud de sus posibilidades, su profesionalización, la enseñanza real no sólo de la alta teoría, sino de la aplicación práctica inmediata, los comerciantes honestos y los fabricantes bien representados. A todos ellos es a quienes más daña ese entorno pícaro que utiliza la propaganda de una realidad para practicar el engaño y prometer puestos de trabajo o ascensos, que explota la ignorancia y la pobreza. Cualquier control de consumo es ya difícil, y sobre todo en estas materias, de las que se sabe, en realidad, tan poco; pero se hace imprescindible que los organismos oficiales, las asociaciones de consumidores y los propios productores e importadores de informática entren de lleno en este capítulo.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_