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José Hierro,

poeta, aprovechó su reciente escapada a Tenerife, donde participó en unas actividades literarias de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), para dar rienda suelta a sus predilecciones más personales. Cató seis clases diferentes de vinos locales, desde la malvasía de Lanzarote a los caldos tintos del norte de Tenerife; adquirió varios paquetes de Kruger, el tabaco negro fabricado en las islas, que los nativos consideran infumable; saboreó sabrosos higos chumbos hasta dejarse las manos, y aún tuvo tiempo de probar las papas arrugadas y el mojo picón canario. Después se fue a cenar a La Caseta de Madera, una rústica casa de comidas en la que compartió mesa con Luis Rosales y con el ensayista Domingo Pérez Minik. Entretanto, el rector de la UIMP, Santiago Roldán, y el pintor úrculo sostenían otra amistosa disputa. Andaban como locos aprovisionándose de camisas de seda que descubrieron en la isla para lucirlas en los ambientes de la movida madrileña.

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