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Francisco Podadera.

Diseñador industrial en el campo del automóvil, considera su profesión "peligrosamente atractiva"

El azar y los últimos coletazos colonialistas de España contribuyeron a, que Francisco Podadera naciera en Tetuán. En aquel año -1952-, su padre, de origen malagueño, era el comisario de policía de la plaza. Al desaparecer el protectorado español, los Podadera se trasladaron a Ceuta, donde Francisco vivió sus años de colegio. El bachillerato lo hizo en Barcelona, y la carrera de ingeniero aeronáutico, en Madrid. En 1982, una beca del Ministerio de Cultura le permitió trasladarse al Art Center de California para estudiar diseño industrial

MadridFue un duro exilio ese año en California. "Añoraba mucho a mi país, a pesar de estar totalmente integrado en el ambiente profesional". Antes de marcharse, sin embargo, Francisco Podadera arrastraba el desarraigo existencial de los trotamundos, y su infancia marroquí, alejada de su cultura natural, flotaba aún en su cara. Madrid le parecía entonces una ciudad inhóspita a este ingeniero de tendencia ecologistas que suele beber mosto aunque no desprecia un buen vino en las comidas. Pero "después de convivir con la civilización del plástico, y de tener por vecinos a los grandes emporios de la industria armamentística, me encanta poder saborear una sopa castellana"Reconciliado con Madrid, ahora alterna sus clases en Bellas Artes con el diseño, "una profesión peligrosamente atractiva que te posee en todos los sentidos, hasta el punto de que tengo que hacer paradas, porque mi vida personal es más importante que la profesional". En fechas próximas, Lambretta comercializará uno de sus más ingeniosos inventos: la moto con dos ruedas traseras, más segura que la actual. Seat también ha entrado en tratos con él, pero Podadera no desea depender en exclusiva de una empresa ni sujetarse a horarios. Independiente, bohemio y reflexivo, Francisco Podadera vive cotidiamente un pulso particular entre "mi mundo personal y el diseño, que, cuando lo privado no es muy gratificante, me absorbe, pero lo que quiero realmente es vivir".

De mirada algo atormentada, quizá por fantasiosa, da la impresión de ser uno de esos impenitentes soñadores que guardan un paraíso particular en su imaginación. Pero, por lo mismo, con el suficiente optimismo para sentir la felicidad a través de un reconfortante caldo de consomé. De ahí esa dicotomía, que él procura convertir en síntesis, entre su pasión por la técnica -"maravillosa, pero absurda si va contra el hombre"- y su inclinación humanística.

"El mito de Leonardo me fascina". Pronto empezará un curso de pilotaje de aviones ultraligeros, algo que no pudo hacer de joven por dificultades económicas. "Me pasé la adolescencia en casa, hurgando entre los libros de pintura de mi padre,- que es quien me enseñó a dibujar, y leyendo a Julio Verne". La influencia de Verne ha sido decisiva: a los 15 años ya diseñaba dirigibles y aviones, los artilugios que realmente le fascinan, "y los que me han llevado al automóvil". Aunque su verdadero sueño profesional sería diseñar aviones, "un campo aún más incipiente en España que el todavía frágil mundo del diseño automovilístico".

"Suelo definirme como premoderno para no tener que explicar qué es ser posmoderno, un concepto claro en arquitectura, pero muy contradictorio en otros campos,". De tendencias un poco ácratas, Podadera no se deja guiar solamente por las etiquetas: "Me dice poco un señor de izquierdas que vive como si fuera de derechas, o un progre que mantiene una doble vida aféctiva, como los viejos machistas". Aunque él también reconoce sus contradicciones: odia las computadoras, pero hace poco aceptó un trabajo para una empresa de ordenadores.

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