Los mineros británicos se reincorporan hoy a los pozos con los estandartes desplegados
Miles de mineros británicos se reintegrarán hoy al trabajo a tambor batiente y con banderas desplegadas después de que una conferencia especial de delegados acordara el domingo en Londres, por sólo siete votos de diferencia, poner fin a la huelga más larga de la historia laboral del Reino Unido. Sin embargo, no todos los mineros volverán a los pozos: los huelguistas de Escocia y Kent, dos de las zonas con más militantes, se han negado a aceptar la decisión de la conferencia y han decidido continuar el paro, por lo menos, hasta, el viernes.
La decisión de la conferencia fue refrendada ayer por la mañana por todos los consejos locales, con excepción de los dos citados. En Escocia, donde 198 mineros han sido despedidos por delitos cometidos en el transcurso de la huelga, el consejo local, que agrupa a representantes de la base de cada pozo minero, decidió por un voto de diferencia continuar la huelga hasta que la Empresa Nacional del Carbón (NCB) decida la readmisión de los despedidos. El consejo local de Kent aplazó la vuelta al trabajo hasta la celebración de una nueva reunión en un plazo de dos semanas. En este condado, al sur de Londres, la zona minera más pequeña del Reino Unido, con sólo 2.000 trabajadores, más de 40 obreros han sido despedidos. El total de los mineros escoceses asciende a 12.000..La Empresa Nacional del Carbón ha, reiterado su posición de no readmitir a aquellos despedidos que han cometido delitos graves en el transcurso de la huelga, entre los que se incluye la destrucción de la propiedad de la NCB o la intimidación de los piquetes contra aquellos mineros que habían decidido romper la huelga, pero está dispuesta a reconsiderar caso por caso, según declaró ayer un portavoz. De hecho, fuentes de la compañía señalan que han sido readmitidos 67 de los 718 mineros despedidos.
La comprensión mostrada por el líder del Partido Laborista, Neil Kinnock, hacia esta política, de la empresa le ha granjeado la enemistad de los mineros, que ayer le llamaron traidor y le arrojaron tomates en el norte de Londres por haber declarado que no podría haber amnistía para los mineros condenados por "delitos graves" cometidos durante el conflicto.
Los huelguistas piensan, regresar a las minas con sus estandartes desplegados y desfilando tras las bandas locales como símbolo de solidaridad y muestra ante la opinión pública de que no han sido humillados con la firma de un acuerdo desfavorable con la NCB.
Guerrilla en las galerías
Por su parte, el presidente del Sindicato Nacional Minero, Arthur Scargill, ha prometido que su sindicato continuaría su campaña contra la pérdida de puestos de trabajo y el cierre de minas y ha reiterado su amenaza de llevar a cabo una guerra de guerrillas contra la empresa. La guerra de guerrillas mencionada por Scargill puede traducirse en el desarrollo de un trabajo exclusivamente a reglamento en el interior de las minas, lo que, de traducirse en hechos, dificultaría gravemente la recuperación de la producción perdida y la reparación de las minas abandonadas durante la huelga. Expertos en minería han manifestado que sólo la reparación- de los pozos dañados puede durar tres meses.Scargill, que no ha abandonado su actitud militante en un solo momento, a pesar de que el do mingo tuvo que soportar gritos de "¡Traidor!" a la salida de la conferencia de delegados , manifestó que estaba rebosante de orgullo por la actitud de los mineros, sus mujeres y sus familias. El dirigente minero lanzó un ataque frontal al resto del movimiento sindical británico, al que acusó de haber dejado solos a los mineros. "El movimiento sindical en el Reino Unido, con unas pocas excepciones notables, ha dejado aislado a este sindicato y no ha puesto en práctica, para su eterna vergúenza, las decisiones adoptadas por el congreso sindical", declaró Scargill.
Las declaraciones de Scargill son una prueba más de las consecuencias políticas de la huelga, que por su duración y violencia han dividido profundamente a los responsables del sindicalismo británico, integrados en el Trades Union Congress.
Margaret Thatcher, cuya popularidad ha descendido a los niveles más bajos desde su ascensión a la jefatura del Gobierno en 1979 por su intransigencia en aprobar una fórmula de compromiso que pusiera fin a la huelga, ha lanzado un llamamiento a la reconciliación sin duda preocupada por las últimas encuestas, según las cuales una gran mayoría de la población considera que su política agudiza las divisiones en el Reino Unido.
"Hemos tenido que asegurarnos", dijo, "de que la violencia, la intimidación y las demandas imposibles no podían ganar. No hubiéramos tenido orden ni libertad en el Reino Unido si hubieramos cedido a la violencia».
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