_
_
_
_
La catástrofe aérea de Bilbao

El avión de Iberia segó un bosque de pinos antes de hacer explosión

Una de las azafatas acababa de decir las frases habituales tras ser autorizado el aparato para la aproximación: "Señores pasajeros: dentro de unos minutos tomaremos tierra en el aeropuerto de Sondica, donde la temperatura es de siete grados. Por favor, comprueben que su cinturón de seguridad está abrochado, el respaldo de su asiento en posición vertical, y su mesa plegada. Les rogamos apaguen sus cigarrillos y no fumen hasta que se encuentren en el edificio terminal del aeropuerto. El comandante Patiño y todos nosotros esperamos hayan tenido un vuelo agradable y confiamos en verles nuevamente a bordo". Poco después, restos humanos pendían de los árboles y quedaban esparcidos entre la maleza junto con trozos de fuselaje, sobre un fondo de densísima niebla.

Más información
Forcejeos y discrepancias entre las fuerzas encargadas del rescate
141 pasajeros y 7 tripulantes

Los miembros de una patrulla de la Guardia Civil fueron los primeros en llegar al fondo de la vaguada en que reposaba, todavía en llamas, una parte del avión Boeing 727, que cayó con 148 personas a bordo -siete de ellas, tripulantes-, todas las cuales fallecieron. El aparato -que volaba unos 300 metros por debajo de la altitud mínima- se estrelló poco después de las nueve y media de la mañana de ayer contra la falda nordeste del monte Oitz -de 1.026 metros de altitud-, a 30 kilómetros de Bilbao, tras haber chocado con la antena de un repetidor de la televisión vasca (de 54 metros de altura).A las 9.15 horas, las condiciones de visibilidad de la zona de Sondica, de unos cuatro o cinco kilómetros, sin ser óptimas, superaban ampliamente los mínimos.

No era esa probablemente la situación en el Duranguesado y en la cima del Oitz en particular, donde todavía a las 10.30 horas la niebla era densísima, especialmente en su parte norte y nordeste. A la altura de la ermita de San Cristóbal, a varios cientos de metros de la cumbre, donde se concentraron en un primer momento los equipos de salvamento, así como los primeros informadores que accedieron al lugar, no se veía nada más allá de 10 o 12 metros.

Los grupos de Protección Civil desplazados, que contaban con la ayuda de perros rastreadores, dudaban a la hora de decidir por dónde comenzar su tarea, ante las noticias se transmitían tan incesante como contradictoriamente. Una joven del caserío Ayabide que aseguró haber oído "un golpe seco, seguido por el estruendo de una explosión" afirmaba que el avión tenía que estar en la falda del Oitz, no lejos de Arbacegui, pero simultáneamente la radio informaba que un montañero del pueblo de Bolívar situaba el estruendo en otra dirección.

Los componentes de otra familia, habitantes del caserío Abaitorre, que habían ascendido al monte desde Arbacegui para prestar ayuda, aseguraron, tras observar que la antena auxiliar se había derrumbado en dirección al nortenordeste, que, sin duda, el avión había caído por el barranco que se abre a la izquierda de la ermita de San Cristóbal.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Hacia las 12.00 horas llegó a las inmediaciones de la cima de Oitz el presidente del Gobierno vasco, José Antonio Ardanza, pero sólo para volver a descender intentando alcanzar por otra vía el lugar donde se suponía que se encontraban los restos del avión.

Difícil acceso

Finalmente, cerca ya de las 12.30 horas se informó que un helicóptero de la Guardia Civil había localizado restos del avión en las inmediaciones de Muniozguren, un pequeño núcleo de caseríos situado a unos cuatro kilómetros de la cima del monte Oitz y a unos ocho o diez kilómetros del alto de Trabakua. La abigarrada comitiva se puso de nuevo en marcha, sólo para comprobar que el acceso era imposible, excepto campo a través.

Al irse despejando la niebla pudieron ya apreciarse detalles más precisos. Una rueda del avión, y restos de una de sus alas, eran visibles no lejos de la antena de Euskal, Telebista. Ello parece abonar la hipótesis de un choque, o quizá mero roce, con dicha instalación. La aeronave se precipitó a continuación por la ladera nordeste del monte, por encima de los pinares allí existentes, por espacio de unos cuatro kilómetros, seguramente ya envuelta en llamas.

A continuación, tras remontar una pequeña loma, el avión se detuvo al fondo de una vaguada, tras segar a su paso los árboles de un pinar, abrir un corredor de varios cientos de metros, y esparcir por un extenso área restos de los ocupantes.

El siniestro espectáculo que se ofreció a los informadores que lograron finalmente acceder al lugar era dantesco: cadáveres mutilados pendiendo de los árboles; otros, la mayoría, esparcidos por la maleza, con la cabeza seccionada del cuerpo, sanguinolentos trozos de anónima carne humana.

Miembros de Protección Civil, agentes de la policía vasca, de las unidades rurales de la Guardia Civil, y de las policías municipales de las localidades próximas, junto con voluntarios, trataban a partir de las 13.00 horas, con la ayuda de perros de rastreo, de localizar su pervivientes, si bien prácticamente sin esperanza. En las tareas de búsqueda participaron cerca de 700 peronas.

Hasta media tarde no fue encontrada la caja negra, nombre con que se conocen los dos recipientes de color naranja-cromo (para localizarlas mejor) que alojan la cinta del registrador de vuelo de un avión y los registros de las conversaciones de cabina. Estas cajas servirán para reconstruir los datos de vuelo e intentar descubrir las causas del accidente.

Del levantamiento legal de los cadáveres se ocupó el juez Luis Javier Murgoiti. El titular del juzgado de Durango llegó al lugar del accidente a las 13.45 horas, acompañado de tres forenses. Tras la primera inspección del lugar, convertido en un escenario de horror, el juez ordenó el levantamiento de los restos, "porque no se puede hablar de cadáveres" y solicitó la coordinación de todas las fuerzas.

"Habrá que recoger los restos con palas e introducirlas en bolsas de plástico, otra cosa no tiene sentido. La identificación", dijo, "será dificilísima, tarea casi imposible. De ahí que hayamos pedido ayuda al gabinete central de identificación, algunos de cuyos efectivos han salido ya de Madrid".

Tras el levantamiento de los cadáveres, efectivos de la Guardia Civil y de la Ertzantza (policía autónoma), provistos de guantes de plástico, iniciaron la tarea de reunir los restos en bolsas de plástico, que eran introducidas en cajones y envueltas en serrín, y transportadas a remolques de tractores.

Pasa a la página 12

Viene de la página 11

Los restos destrozados de los ocupantes del avión -esparcidos en un radio de dos kilómetros- fueron trasladados a los hangares del aeropuerto de Sondica, en una penosa tarea.

Olía a queroseno y a carne quemada. Mientras, fuerzas del Ejército de Tierra allanaban con palas un terreno para posibilitar enlazar la carretera con un camino vecinal.

Controles en carreteras

La noticia del accidente movilizó a primera hora de la mañana a centenares de familiares de las víctimas, que trataron de acceder al lugar del suceso. Muchos fueron interceptados por efectivos policiales en las proximidades de Durango y en otros controles situados a lo largo de la carretera que conduce a Trabaleku, distante 10 kilómetros del lugar del accidente, donde la policía impedía sistemáticamente el paso a todos los vehículos particulares.

Una vecina del caserío Kortaguren, situado a un kilómetro de la vaguada en la que se precipitó el avión, María Teresa Astorki, es, probablemente, la única testigo directo del accidente. "Fue como un trueno largo, un enorme estampido; serían las 9.30 o algo así, me asomé a la puerta y vi al avión en el aire con mucho fuego, luego cayó por la ladera abriendo una pista en el pinar Ure-Mendi. Entonces, se oyó el segundo estampido, supongo que fue al chocar el avión con el fondo de la vaguada".

El aeropuerto de Sondica estuvo cerrado hasta la noche de ayer, debido a que sus servicios de rescate y bomberos se habían trasladado al lugar del suceso. Los vuelos fueron desviados a Vitoria. El funeral por las víctimas ha sido fijado para las siete de la tarde de hoy, en la basílica de Nuestra Señora de Begoña, en Bilbao.

El monte Oitz permanecía anoche acordonado por la Guardia Civil, para evitar que nadie intentase buscar restos del avión o cometer actos de pillaje.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_