Misterios
Sin misterio no hay religión. Creer en algo que se puede mirar y tocar, o es verificable por la ciencia, nada tiene que ver con los fenómenos sagrados. La importancia social de las creencias religiosas está en relación directa con el calibre de sus misterios inaugurales.Cuanto más trabajo tienen los teólogos para interpretar los grandes enigmas sagrados, menos riesgo de herejía y follón.
A los teólogos hay que tenerlos ocupados en el negocio del misterio. Y hay que reconocer que la hegemonía del catolicismo le debe mucho a la genial labor de encaje de bolillos de los teólogos a costa de aquellos dos insondables enigmas mayúsculos que eran la Trinidad y la Virginidad.
Pero los teólogos de Wojtyla -no Wojtyla- parecen últimamente poco entusiasmados con los crucigramas trinitarlos y mariológicos, y prefieren dedicar su tradicional y poderosa capacidad bizantina para discutir de asuntos más terrenales.
Esta deserción en masa de los teólogos de las antiguas industrias del misterio coincide con el súbito interés de los ateos por los clásicos rompecabezas teologales.
Ahí están las pasiones mariológicas de Arrabal y Warhol, o la reciente película de Godard sobre la Inmaculada Concepción.
Pero, sobre todo, ahí están los batas blancas desentrañando en el laboratorio esos enormes misterios que durante siglos ocuparon a los solanas negras.
Ya son doce las tecnologías descubiertas de concepción inmaculada, sin menoscabo de la virginidad o la castidad, y todo indica que estamos pasando de una época regida por la sexualidad sin procreación a otra de procreación sin sexualidad.
Mientras tanto, filósofos, comunicólogos y sociólogos sólo discuten en sus cenáculos del misterio insondable de esas tres pantallas distintas (la del cine, la del televisor y la del microordenador: padre, hija y arrasador espíritu santo) que emiten un solo mensaje verdadero.
Con tanto intrusismo te(cn)ológico, no es extraño que los teólogos propiamente dichos se dediquen, para desesperación de Karol Wojtyla, al único misterio que aún queda por descifrar: la revolución.
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