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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Pensar quizá no hace daño

Cartas recientemente publicadas en EL PAIS reprochan a Fernando Savater su actitud ante el problema de las drogas, y algunas acaban acusándole a él y al periódico de complicidad con intereses mafiosos. Los argumentos y el tono de las misivas muestran que hoy lo prohibido es ante todo reflexionar sobre el tema con mínima coherencia y conocimiento de causa.1. Los ingeniosos trabajos de Lasagna, Von Felsinger y Breecher (Journal of the American Medical Association, 157, 1965, página 1006) probaron hace ya casi un cuarto de siglo que, en las primeras tomas, ni la heroína ni la morfina producen, por vía intravenosa, una respuesta placentera o eufórica entre personas jóvenes, sanas y relajadas; en cambio, una alta proporción de sujetos con problemas graves mencionaban sentirse "más felices" ya en la primera inyección, incluso cuando se les engañaba con un sucedáneo sin acción alguna sobre el sistema nervioso central. Dos años más tarde, investigaciones hechas en Harvard indicaron que el 90% de los individuos responde a una inyección de morfina o heroína con una sensación de desagrado como síntoma principal (President's Commission, Narcotics and Drug Abuse, Washington DC, US Government Printing Office, 1967, páginas 145146).

Esto induce a reflexionar, y naturalmente preferimos, en vez de haacerlo, echar mano de un estereotipo. "Ya a partir de la primera dosis los opiáceos producen un estado paradisiaco, y el metabolismo precisa vitalmente otra" (P. J. Peyrona, La droga como delito, Maisal, Madrid, 1973, página 41).

2. Por la misma adhesión al estereotipo oímos decir que la adicción a opiáceos imposibilita la integración social del adicto, y que hay una evidente conexión de causa a efecto entre heroinomanía y atracos. Ojo con cierto tipo de evidencias.

Un estudio hecho en 1926, bajo los auspicios de la Asociación Médica Americana para el área de Nueva York, mostró que, de 119 morfinómanos -con 10 o más años de vicio-, 90 tenían "buenas fichas laborales" (L. Kolb, Archivesof Neurology and Psychiatry, 20, 1928, páginas 178 y siguientes). El dato fue confirmado al año siguiente por otra investigación oficial, donde se puso de manifiesto que el 80% de los opiómanos analizados "trabajaban regularmente, sin signos de deterioro mental ni físico" (A. B. Light y otros, Opium Adcliction, Ani. Med. Ass., Chicago, 1929, páginas 155 y siguientes).

En la actualidad más del 80% son delincuentes. ¿Habrá cambiado el ADN de la adormidera desde 1920 a 1980? ¿Recibían dinero de la Mafia los doctores Kolb y Light? ¿Acaso el drástico cambio estará relacionado con el hecho de que esos adictos no pagaran en los años veinte su miseria privada con cantidades astronómicas de dinero, ni fuesen consecuentemente acogidos como inimputables martires de una draculina iglesia secreta, ni consumieran venenos incontrolados, ni sirvieran de carnaza para un lucrativo Auschwitz?

3. En los años cincuenta, nuestra literatura científica vinculaba el uso de la marihuana "con el famoso amok malayo, donde un indonesio agarra un cuchillo y sale disparado a la calle matando a cuantos encuentra a su paso" ('Amok y latah', Actas de la Sociedad Española de Neurología y Psiquititría, 250, 1952). Dos décadas más tarde estaba en su apogeo la lucha contra la marihuana, y había en las cárceles españolas 1.300 reclusos por ese concepto. En 1973, las autoridades consideraban inexistente en España el problema de la heroinomanía y no había un solo preso por opiáceos.

En efecto, desde 1965 a 1970 el número de adictos en nuestro país había descendido de 1.497 a 884 (E. Baselga, Gaceta Médica, número extraordinario sobre 'Las drogas', Bilbao, 1974, página 94). En 1984 rondaba los 100.000, según el ministro Barrionuevo. Aunque a pocos les interese saberlo, hasta mediados de los años setenta la ley española permitía al médico recetar a los heroinómanos las dosis consideradas oportunas.

¿Quiénes dejaban de ganar dinero y poder bajo un régimen semejante? No me digan que sólo la cosa nostra.- Antonio Escohotado.

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