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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La cultura española en el extranjero

LA PRESENCIA de la cultura española en el mundo no se corresponde en ilingún aspecto con el peso demográfico de la lengua castellana y con la densidad cultural que puede ofrecer este país. Ésta es la conclusión más pru dente que puede deducirse de la serie de reportajes publicada por este periódico, en la que ha podido comprobarse que la imagen que proporciona España en el extranjero es notablemente pobre, estereotipada y llena de tópicos.Las mayores expectativas que puedan haberse creado en los últimos años, tras la salida del túnel de la dictadura, no han encontrado respuesta en las iniciativas oficiales de cara a cambiar nuestro rostro exterior. En el momento en que España se dispone a subir los últimos peldaños para la plena incorporación a Europa y en que el protagonismo de lo español en América puede adquirir pleno relieve con el 500º aniversario de la llegada de los conquistadores al Nuevo Mundo, la imagen cultural que damos encuentra todavía su mejor síntesis, o incluso su única expresión, en clásicos universales -Cervantes- o en mitos como el de Carmen o la obra de Federico García Lorca. Y aunque tengan el mayor interés y genialidad, hora es ya de que España aparezca como algo mucho más complejo y rico que la mejor y la más democrática de las Españas de charanga y pandereta, que en síntesis eso es lo que son el mito de Carmen y el Romancero gitano. Prueba de ello es que los artistas plásticos que exponen en todo el mundo; los cantantes, músicos y directores de orquesta que triunfan ante los públicos melómanos más exigentes, o incluso los cineastas que consiguen premios interriacionales, ofrecen a veces o en algunos países una imagen de individuos excepcionales, como si fueran geniales a pesar de ser españoles.

El origen principal de esta faz distorsionada y caricaturesca con que nos ven en el mundo hay que buscarlo, a no dudarlo, en 40 años de aislamiento y de estupidez, que han dejado una huella difícil de borrar en la mentalidad de muchos pueblos. Pero los 10 años que hanseguido no han sido precisamente brillantes a la hora de deshacer un camino emprendido en mala hora. La diversidad de iniciativas, la dispersión de esfuerzos y, principalmente, la falta de ideas, o, lo que es peor, la confusión de ideas, parecen ser las guías de las actividades de extensión de la cultura española programadas por el Estado. Y como ejemplo basta el caos terminológico yel correspondiente reflejo conceptual que rodea el horizonte de las celebraciones del 500º aniversario de la llegada a América, tema sobre el que, dicho sea de paso, aveces se observan mayores continuidades con la retórica del pasado que esfuerzos de revisión y de actualización crítica y creativa de las relaciones de lengua y de cuiltura con los países de América.

Los años de la transición han sido de gran receptividad y de apertura ante la cultura europea y mundial, y, sin embargo, no han encontrado un correlato de proyección de la realidad, compleja y contradictoria, pero en muchísimos aspectos extraordinariamente moderna, de la cultura española. La enseñanza de la lengua y la difusión de la cultura literaria española, por ejemplo, no tieinen proporción con el número de castellanohablantes ni con el interés y la calidad de los autores, principalmente si se compara con otros países con menos ventajas deinográficas que han sabido vender mucho mejor lo que tenían.

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La coordinación de esfuerzos entre los distintos organismos españoles con proyección exterior, la racionafización de las inversiones culturales en el extranjero, la realización de programas de actuación a largo plazo son premisas indispensables para un cambio radical de la idea de España en el mundo. Pero además es preciso aumentar las asignaciones destinadas a este objetivo y la clarificación de ideas que elimine los restos ideológicos del pasado y defina el perfil de un país industrializa(lo, moderno, también evidentemente conflictivo y plural, que desea y debe desempeñar un papel en el merca(lo internacional de las ideas y de las expresiones culturales.

La imagen de España en el mundo debiera ser una continuidad perfecta respecto a las imágenes de las individualidades de prestigio mundial, y no ese páramo moteado por el omnipresente Julio Iglesias coni ' o tópico del cantante latino, el recuerdo de la guerra civil con García Lorca, la España romántica de Carmen o, para los más cultos, la generación del 27. Pero para ello es preciso pensar que nuestra cultura y nuestras instituciones en el extranjero debieran desempeñar en las grandes ciudades europeas y americanas un papel parecido al que han des,empeñado las culturas y los institutos franceses, italianos, alemanes occidentales, británicos o norteamericanos. Al cabo del tiempo, detrás de inversiones en actividades de extensión cultural llegan los beneficios acrecentados: en traducciones, en ventas de libros y de productos culturales en general; en cotización no ya de los cantantes, sino incluso de los profesores universitarios, y, algo que no puede despreciarse, en prestigio, una inrioneda que no se mide en dinero, pero que proporciona ¡indudables beneficios económicos y políticos. Pero más allá de los intereses egoístas, una buena política de difusión de la cultura y de la lengua en el extranjero es también una forma de aportación, en recursos propios y en formas de comunicación, al patrimonio de la humanidad, tarea que un país democrático con vocación europea y universal debiera asumir con todas sus consecuencias.

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