Petrovic desorientó el juego del Real Madrid
El Real Madrid perdió la cabeza. Sus jugadores salieron con la boca reseca, con sed de venganza, obsesionados, y cayeron descompuestos a los pies del joven Petrovic, que, una vez más, se convirtió en verdugo. Tardarán en olvidarlo. Petrovic no sólo marcó 35 tantos, sino que echó de la cancha a Corbalán, indirectamente, y a Del Corral. Rompió luego la defensa del equipo madridista. Impresionó con su sola presencia a todos los jugadores del Madrid. Al final, le sobraron dos minutos para comprobar, desde el banquillo, cómo su obra había causado los estragos deseados.El Madrid quiso zanjar el asunto Cibona al estilo latino: con garra, coraje, rapidez, ambición defensiva y contraataque humillante. Quiso disfrutar de la venganza ante Petrovic olvidando por unos minutos el sistema de juego que le había permitido convertirse en favorito para disputar la final de la Copa de Europa, un método frío y racional. Quiso celebrar anticipadamente su triunfo en Roma y ante el rival que más le molestaba. Pero se equivocó. Y el Madrid no sólo ha perdido su condición de favorito -ahora tiene que volver a empezar-, sino que le traspasa al Cibona el título de equipo mejor situado. Fue demasiado cruel su resultado en el encuentro de ayer. Tardará en olvidarlo.
El marcaje de anticipación de Iturriaga sobre Petrovic rindió todos sus frutos en los primeros minutos, en los que el equipo madridista se apoyó en un ambiente agresivo para dar la impresión de que sentenciaba el partido en un tiempo récord. El marcador favorable llegó a ser de 14 puntos (22-8), con oportunidades sobradas para haber llegado a los 20. El pabellón, por una vez, había dejado de ser esa cancha casi cursi de niñas bien con vespino. Hervía el pabellón como hierven las canchas de Roma, Zagreb, Tel Aviv o Bolonia. Pero, cuando estaba ganando el partido, cuando el Cibona no encontraba una fórmula airosa para salir de semejante presión, el Madrid no supo cambiar de criterio y dar por finalizada su vendetta.
Si Petrovic era enemigo sin serlo, porque estaba inutilizado bastó que empezara a dar juego para convertirse en una sombra gigante que descompuso todo el juego madridista. Ya cuando la diferencia favorable al Madrid rondaba los cinco o siete puntos los jugadores madridistas dieron la impresión de estar derrotados. Estaban vencidos por el miedo. Se les reprodujeron en la memoria las escenas del joven Drazen vengativo, sus regates, su tiro inmisericorde. Se repitió el panorama de Petrovic haciendo sólo la jugada para, después de haber ocupado la atención de toda la defensa contraria, pasar la pelota a un compañero totalmente desmarcado. Cuando el Madrid introdujo una zona en la segunda parte, Petrovic se bastó con dos canastas de tres puntos consecutivas para inutilizarla Mayor sensación de fracaso nocabe y el pabellón se convirtió en el escenario ideal para que se sintiera más que satisfecho. Tardará tiempo en olvidarlo el pabellón entero.
Porque el Madrid olvidó tranquilizar mucho antes su ataque a la vista de su amplia ventaja. Parecía que, aun atacando, pensaba en Petrovic. Perdía balones por precipitación y, conforme pasaban los minutos, caía por ceguera ante la zona impuesta por el técnico Novosel. Jackson se hundió nuevamente y dejó de tirar. En los pases hacia los pivots había errores. En los tres primeros minutos del segundo período el Cibona había remontado totalmente el encuentro (56-57, luego de que al descanso se llegara con 54-47). Y ahí fue cuando se tuvo constancia de que Petrovic había actuado como un espectro.
Del Corral, un cordero en sus manos, se tuvo que ir con cinco personales en ocho minutos. La zona 2-3 resultó una delicia para sus lanzamientos y el juego de su equipo se centró en su persona durante toda la segunda parte. Es curioso observar lo imposible que ha resultado derrotar a un conjunto que se basa en un solo jugador. El Madrid fracasaba en ataque continuamente. Hizo 33 puntos en el segundo período y el nerviosismo general influyó en sus jugadores altos, que perdieron potencia reboteadora. Sin rebote, sin tiros claros, con la mente confusa y alarmada, el Cibona se colocó en un concluyente 73-84 a falta de cinco minutos.
La marcha de Corbalán, que se gastó en la primera parte precisamente por ayudar a Iturriaga en el marcaje a Petrovic, dio entrada a Velasco y Rullán y a una reacción briosa. Cuando Petrovic se marchó a falta de dos minutos, se recuperó la esperanza. El empate lo tuvo Robinson a falta de 48 segundos, pero falló. Hasta esos 30 segundos que sobraron resultaron crueles. Todos tardarán en olvidarlo.
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