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Tribuna
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El baile

"Somos hombres claros", ha dicho Múgica Herzog, en una de las pocas frases poéticas que se le conocen al rey de la ducha erótica. De estos hombres claros y serenos se espera un reajuste del calendario, sin prisas y sus pausas, para que entre elecciones autonómicas y elecciones generales practiquemos el lujo histórico de un referéndum. Curioso es que la complicación en el carné de baile llegue de Galicia, curioso es que ese capote sea ambiguo y no se sepa a favor de quién está, si del toro o del torero. O ese capote le quita al torero el toro del referéndum o le echa encima un público suspicaz y muy toreado.Los hombres claros y serenos han de salir de este tercio de quites con una transparencia de vino blanco bien hecho. Se recuerda que en cierta ocasión, en una plaza de toros latinoamericana, Luis Miguel Dominguín con un capotazo le sacó de encima un toro a un torero venezolano. Irritado más que agradecido, el torero americano abofeteó a nuestro maestro porque lo que era auxilio lo interpretó como denuncia pública de su incompetencia. No pido yo ahora, Dios me libre, que el presidente de Gobierno abofetee al doctor Fernández Albor por su quite sospechoso, pero es inevitable que ese capotazo adquiera su exacto sentido: o es jaque muy fino de la leal oposición o es una muestra muy burda de un consenso de salón.

Obligados frenéticos ajustes en el carné de baile, de este baile, cada vez más claro, de capitanías generales, con un cierto regusto a alta comedia de posguerra. El vals con los gallegos, rigodón con los andaluces, el fox trot de las elecciones francesas y el can-can de las elecciones generales. Hay que reservar un sitio para la yenka del referéndum, cuarentenas electorales incluidas, y uno se teme que para el referéndum sólo quede el octavo día de semana, ese día enunciado por un escritor polaco olvidado, Marek Hasklo, y que se quedó entre los pliegues del espíritu de nuestra promoción como un signo del fracaso de los calendarios. Educados en el fracaso de los calendarios, contamos con la inevitable crueldad del tiempo, pero sigue molestándonos el agravante del recochineo.

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