La verdad sobre el cobro de los servicios bancarios
En las últimas semanas se ha levantado un gran revuelo. Se dice que los bancos pretenden cobrar los servicios que prestan a sus clientes. A algunas personas esto les parece mal porque, piensan, los bancos ya ganan bastante dinero. Otras afirman que los bancos les han engañado porque fueron ellos los que indujeron al público a que solicitase estos servicios y ahora se los quieren cobrar. Las cajas de ahorro han. aprovechado la oportunidad para arrimar el ascua a su sardina, proclamando que no van a cobrar.Algunas organizaciones de consumidores han intervenido, pretextando que el cobro de los servicios era contrario a la libre competencia y atentatorio a los derechos de los usuarios. Algún sindicato de banca se ha unido al clamor de protesta, no se sabe en defensa de qué intereses. El resultado de todas estas voces ha sido un confuso griterío en el que, en mi opinión, nadie sabe exactamente de qué se trata. Puede ser que una parte de la culpa la tengan los bancos por no haberse explicado a tiempo. Pero también es cierto que la desorientación existente se ha utilizado, por parte de los tradicionales enemigos de la banca privada, para organizar una campaña de imagen contra la institución.
Animadversión ideológica
Poco puedo hacer para desarraigar esta animadversión ideológica hacia nuestro sector. En cambio, pienso que sí puedo hacer algo para aclarar las ideas a las personas de buena voluntad que han sido agitadas contra nosotros, so pretexto de que iban a ser injustamente tratadas por los bancos. Esto es lo que me propongo en estas líneas, empezando por dar las definiciones necesarias para entender el tema.
Qué son los servicios bancarios. La actividad de la banca tiene dos vertientes. Por un lado, están las operaciones de crédito y ahorro, en las que los bancos perciben la diferencia entre el interés que cobran por los créditos y el que pagan por los depósitos, que es lo que se llama margen financiero. Por otro lado, están las operaciones en las que no hay empleo de recursos, sino la mera prestación de un determinado servicio, por el cual se cobra una comisión. Estos son los llamados servicios bancarios. Entre los principales están: el servicio de caja, el de cuentas corrientes, el cobro y devolución de efectos, la negociación o compensación de cheques y talones, el adeudo de recibos domiciliados, el abono de nóminas, las transferencias, las órdenes de bolsa, el cambio de moneda, los avales y garantías, los créditos documentarios, la custodia de valores, las cajas de alquiler, etcétera. Es evidente que la prestación de estos servicios supone un coste para los bancos. Por ello, de la misma forma que el margen financiero debe cubrir los costes de transformación de¡ ahorro en crédito, las comisiones de servicios deben intentar cubrir los costes que la prestación de estos servicios origina.
Siempre se han cobrado los servicios. Siempre los bancos han cobrado comisiones por la prestación de servicios. Resulta, pues, muy chocante que ahora algunos presenten este cobro como si se tratara de una novedad. Ello hace sospechar que los organizadores de la campaña no son los clientes de los bancos, para los cuales el pago de comisiones no es ningún descubrimiento, sino ciertos profesionales de la agitación. Ahora bien, las comisiones nunca han cubierto el coste de la prestación de los servicios; una parte muy importante de¡ mismo ha sido trasladada a los demandantes de crédito, los cuales, por necesidad, han asumido un coste que no les correspondía. De aquí que, en un proceso tendente a que cada uno soporte lo que le corresponde, los bancos emprendieron, hace años, un movimiento de aumento gradual de las comisiones e servicios.
Aumento paulatino
En el cuadro adjunto puede verse cómo, desde 1977 hasta hoy, la participación de los productos de servicios en el margen total ha ido aumentando paulatinamente. Y este movimiento ha tenido lugar sin que nadie protestara. En primer lugar, porque los aumentos en las comisiones han sido siempre muy modestos, y en segundo lugar, porque todo el mundo ha podido comprobar que lo que a cada uno le costaría obtener el mismo servicio por otros caminos es muy superior a lo que los bancos vienen cobrando.
Las comisiones, muy lejos de cubrir el coste de los servicios. En estos momentos, los bancos no se proponen ningún cambio drástico en esta materia, sino, pura y simplemente, dar otro moderado paso para acercar algo más el cobro de los servicios a su coste real. Porque, aun después de los aumentos que cada banco, de acuerdo con su propia estrategia, se proponga ahora hacer, lo cierto es que las comisiones estarán muy lejos de cubrir el coste de los servicios. Veamos sólo dos ejemplos. El mero coste administrativo de confeccionar y adeudar los recibos domiciliados es superior a 60 pesetas; la comisión que se carga a las emisoras por este servicio está alrededor de las 20 pesetas. El estricto coste administrativo de un apunte en cuenta supera en promedio las 30 pesetas, si no hay movimiento de efectivo; si lo hay, alcanza las 200 pesetas. Por este servicio los bancos parece que se proponen cobrar en torno a las 10 pesetas.
Pagan los emisores de recibos, no aquellos a los que se adeudan. Este moderado y gradual aumento ,de las comisiones por servicios se hace de forma racional; es decir, percibiendo las comisiones de los principales beneficiarios de¡ servicio. En el caso de la comisión por adeudo de recibos domiciliados, que se practica desde hace años, se ha pretendido hacer creer a la opinión que los bancos, después de haber convencido a los usuarios para que domiciliaran los recibos, ahora querían cobrarles una comisión por cada adeudo.
Domiciliación de recibos
Los clientes de los bancos saben bien que esto no es así. Quienes pagan la comisión son las entidades emisoras de los recibos -Telefónica, Eléctricas, colegios, etcétera-, que son las que se ahorran el gasto de proceder por su,cuenta al cobro domiciliario de los recibos. Y ello por una cantidad tan módica en relación con el coste, que estas entidades no han tenido inconveniente en ir aceptando aumentos en la comisión que, de todas formas, queda muy lejos del coste real del servicio. Resulta absurdo, por tanto, que una parte de la campaña se haya montado sobre la comisión por adeudo de recibos a raíz de haberse conocido uno de estos aumentos periódicos, que sólo afecta a las compañías emisoras, las cuales lo han aceptado plenamente por estimarlo totalmente razonable.
Los servicios de administración de cuenta. Otro extremo tergiversado en la campaña ha sido el de las comisiones por administración y mantenimiento de cuenta. El servicio de cuenta corriente proporciona una información muy valíosa para la teneduría de libros de los depositantes bancarios, pero es altamente costoso para los bancos. Es, por tanto, razonable que los bancos deseen ser compensados por este servicio. Se dice que la compensación es el saldo que presentan las cuentas corrientes, que apenas devengan interés. Esto, que podía haber sido cierto alguna vez, ha dejado de serlo.
Hoy día, un gran número de depositantes, deseosos de cubrirse de la inflación, destinan sus ahorros a imposiciones a plazo y otras modalidades de alta rentabilidad, dejando escasísimo saldo en las cuentas corrientes y de ahorro a bajos tipos de interés. Si estas cuentas, prácticamente sin saldo, se utilizan para el movimiento de ingresos y pagos, que ocasionan elevados gastos a los bancos, no parece excesivo que éstos perciban una pequefig comisión -de 5 a 10 pesetas, por ejemplo- por cada apunte que exceda de un cierto número, que puede ser del orden de los 15 o 20 semestrales, que, en todo caso, son gratuitos. En el bien entendido que si el saldo mantenido en la cuenta es superior a un determinado importe, el banco se considerará compensado y hará todos los apuntes sin cargo de comisión. Esto es la que, al igual que la banca de todos los países, praútica la banca española desde hace tiempo, sin que nadie se haya rasgado las vestiduras, hasta que algunos -que, al parecer, han hecho el descubrimiento con motivo del último ajuste de condiciones decidido por algunos bancos- han orquestado la protesta. La verdad es que, contrariamente a lo que se ha pretendido transmitir a la opinión, este servicio de mantenimiento y administración de cuenta no tiene por qué preocupar a los clientes que mantienen saldos proporcionados ni a los que, teniéndolos pequeños, hacen un uso moderado de la cuenta. Lo único que se pretende corregir son las situaciones exageradas.
No es justo que el crédito soporte el coste de los servicios. Los fundamentos en que descansa el cobro de los servicios son tan sólidos que, en mi opinión, debe proseguir el movimiento de reasignación de costes a quienes realmente los ocasionan. No es justo que, como ha sucedido en el pasado y todavía sucede, los usuarios del crédito tengan que soportar una parte ¡inportante del coste de unos servícios de los que otros se benefician a bajo o nulo precio. Si los acreditados se dieran cuenta de que, doblando las comisiones por la prestación de servicios, podría reducirse en dos puntos el coste del crédito libre, no me extrañaría que se produjeran contramanifestaciones a favor del cobro de los servicios, para que cada palo aguante su vela. Y sería razonable porque, en muchos de los servicios prestados, aun doblando las comisiones, no se llegaría a igualar su coste. Y, por otra parte, siendo las comisiones de servicios tan pequeñas, aunque se duplicaran, resultarían muy soportables para los usuarios de estos servicios.
No se restringe la libre competencia. A lo largo de estas líneas he citado frecuentemente a la banca o a los bancos. Siempre he querido referirme a un esperable comportamiento medio de nuestro sector; nunca a una actuación uniforme de todas las entidades, que no existe. Ante todo, hay que dejar bien claro que la AEB tiene prohibido, por estatutos, intervenir en las cuestiones de política comercial o crediticia de sus asociados. Y no cabe duda que el tema del cobro de los servicios bancarios, a uno u otro nivel, es un tema comercial que cada banco tiene que resolver, y de hecho resuelve,fibremente y al margen de la Asociación.
Los clientes pueden elegir
Por tanto, no cabría atacar a la AEB por haber organizado un pacto contra el mercado. Pero tampoco cabría hacerlo en relación con el conjunto de los bancos o un grupo de ellos, ya que, como es bien patente, existen notables diferencias entre bancos en relación con el cobro de los servicios y, por tanto, estando las tarifas de comisiones, por imperativo legal, a la disposición del público en cada oficina, la clientela puede elegir aquel banco que mejor responda a sus deseos. Es cierto, sin embargo, que todos los bancos están conceptualmente de acuerdo en que hay que cobrar los servicios, pero esto es tanto como estar de acuerdo en que hay que cobrar intereses por los créditos y remunerar los depósitos. Tampoco puede decirse que la actuación de los bancos vulnera la ley general para la defensa de los consumidores y usuarios, puesto que la banca se ajusta estrictamente a ella en lo que le afecte y, además, cumple escrupulosamente las normas sobre comunicación y publicidad impuestas por su especial régimen jurídico.
Conclusión. Para acabar, diré que, a mi juicio, el ruido que se ha organizado no tiene fundamento. Nuestra clientela experimentará, en sus relaciones cotidianas con sus bancos, que la actitud de éstos es correcta y animada por el mejor deseo de prestar, con las adecuadas compensaciones, el mejor servicio posible. Y, basándose en esta experiencia, dejará de prestar oídos a los que, por otras motivaciones, pretenden agitarla. Las aguas volverán a su cauce y aquí sucederá lo que está sucediendo en el resto del mundo en que estamos crecientemente integrados. Las noticias que nos vienen del extranjero dicen que cada vez son más los servicios sujetos a cobro, cada vez son más los bancos que cobran todos los servicios que prestan y cada vez son mayores las comisiones por prestación de servicios. Por ello, pienso que la tendencia a la reasignación del coste de los servicios, con vistas a aligerar el coste del crédito, seguirá su pausada andadura, que no pretende da fiar a nadie, sino tratar justamente a cada uno.
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