Trece meses para volver a Ginebra
George Shultz, secretario de Estado norteamericano, y su homólogo soviético, Andrei Gromiko, entablarán en Ginebra, el 7 y 8 de enero, unas "conversaciones sobre conversaciones" que marcarán la reanudación de las negociaciones sobre el control de armamentos entre las superpotencias. Trece meses atrás, coincidiendo virtualmente con el anuncio de la llegada de la primera batería de misiles de crucero estadounidenses al Reino Unido, la URSS había abandonado la mesa de negociaciones de Ginebra sobre las INF (fuerzas nucleares de alcance intermedio), y poco después sobre las armas estratégicas (START).
Curioso resulta que el anuncio de la reanudación del diálogo coincidiera, de hecho, con la llegada de una nueva oleada de misiles al Reino Unido y con el anuncio por el comandante supremo aliado de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) en Europa de que se habían desplegado ya 98 euromisiles. Pero en estos 13 meses son muchas las cosas acaecidas que han hecho volver a la Unión Soviética a la mesa de negociaciones, aunque sea bajo otra fórmula.El despliegue de los euromisiles estadounidenses es ahora un hecho, y, meses después de su comienzo, sorprende hasta cierto punto la falta de preocupación soviética por el despliegue atlántico, que ya ha sido asumido por Moscú. Las contramedidas soviéticas han sido muy comedidas. El avanzar unos misiles de corto alcance SS-21 y SS-22 hacia Checoslovaquia y la República Democrática de Alemania no cambia para nada al equilibrio militar. Es más, cuanto más los avancen, más vulnerables serán.
En estos meses los soviéticos han terminado -se ha hablado poco de ello- de desmantelar sus viejos misiles de alcance medio SS-5, y los SS-4 están en vías de desaparición, según The Military Balance (IISS, Londres).
En cuanto a los SS-20, de un tiempo a esta parte EE UU sólo da las cifras de lanzadores (nueve más, hasta un total de 387 en los últimos seis meses), pero no de misiles ni de cabezas, unidad a cuyo aumento ha ligado Holanda su decisión final sobre despliegue o no de misiles de crucero en su territorio.
Las INF han "pasado de ser un problema Este-Oeste a convertirse en un problema interaliado: Holanda y Bélgica, frente a los restantes miembros de la OTAN, además de la reservas griegas y danesas", dice una fuente en la OTAN, que destaca el "curioso silencio" de la URSS e incluso la disminución de la campaña pacifista, hecho éste que no ha quitado peso al problema planteado por Holanda y Bélgica.
La muerte de Andropov
Factor aún más importante en estos últimos 13 meses ha sido, tras la muerte de Leonid Breznev, el fallecimiento en febrero de 1984 de su sucesor, Yuri Andropov, personalidad que había quedado ligada a una política encaminada a impedir absolutamente el despliegue de los euromisiles de la OTAN. Konstantín Chernenko tiene las manos más libres, si es realmente él quien gobierna.
Junto a esto hay que añadir lo que en la OTAN se califica de un "buen comportamiento soviético" en estos meses, evitando el aventurerismo y el provocar situaciones de crisis, quizá no sólo por deseos de conciliación y diálogo, sino también por los problemas internos que atraviesa la Unión Soviética.
Un tercer factor ha sido la reelección de Ronald Reagan como presidente de Estados Unidos. Cuando ya era evidente -si es que alguna vez no estuvo claro- quién iba a ganar, Gromiko se entrevistó con Reagan -un claro espaldarazo público- con ocasión de la Asamblea General de la ONU.
Reagan también está ahora más libre, ajeno ya a intereses puramente electoralistas. "Puede hacer lo que quiera -negociar o no-, y esto lo sabe la URSS", dice un experto atlántico.
Guerra en el espacio
El detonante para hacer volver a los soviéticos a la mesa de las negociaciones parece haber sido, con creces, la amenaza norteamericana de lanzarse a la llamada guerra de las galaxias, o Iniciativa para la Defensa Estratégica (SDI).
Primero fue el discurso de Ronald Reagan en este sentido a principios de 1984. Luego, con más profundidad, las informaciones que facilitó directamente a la OTAN en julio el general James Abrahamson, jefe de este programa, en Washington.
El número dos soviético, Mijail Gorbachov, ha manifestado públicamente en Londres la necesidad -incluso la prioridad- de llegar a un acuerdo sobre la limitación de este tipo de armas espaciales. Y se trata, por el momento, sólo de un programa de investigación de inciertos resultados. Pero en estos meses EE UU ha logrado, con éxito, interceptar una cabeza de misil balístico con un cohete no nuclear.
Significativo es también, para algunos medios de la Alianza Atlántica, el que la URSS no haya protestado sobremanera contra la próxima misión militar de la lanzadera espacial norteamericana, cuestión que se filtró ("¿por qué ahora, y a quién beneficia esta filtración?", se preguntan diplomáticos atlánticos) a la Prensa norteamericana días atrás.
La SDI está pensada como pro tección -para las armas más que para las poblaciones, al menos por el momento- contra un eventual ataque de misiles balísticos. "Si prospera, vaciará de contenido las negociaciones INF y las START", opina un experto de la OTAN.
La Unión Soviética también tiene su SDI, pero su desarrollo se encuentran más atrasado, por lo que podría perder la carrera -esta carrera- frente a la superior tecnología norteamericana dando al traste con la paridad y volviendo a la situación reinante antes de la crisis de los misiles de Cuba en 1962, y ello aparte del coste que supondría lanzarse en la producción de un programa de esta envergadura.
Curiosos desarrollos han avanzado en paralelo a la SDI, tanto en la Unión Soviética como en Estados Unidos: los programas de fabricación de misiles de crucero navales, aéreos y terrestres, especialmente de cara a la próxima década. Los misiles balísticos son localizables por medio de radares, y los de crucero no, al volar casi a ras del suelo, por lo que incluso, en el futuro previsible, escaparían al sistema que saliera de la SDI.
Si la puerta de arriba se cierra, siempre se podrá penetrar por la de abajo. Y no sólo se trata de misiles de crucero de alcance intermedio, sino que, segun una fuente atlántica, "la URSS está desarrollando misiles de crucero con un alcance de 3.000 kilómetros".
Por su parte, EE UU está embarcado en un programa de fabricación de 3.000 misiles de crucero lanzables desde el mar (SLCM, con doble capacidad, al poder ir equipados de cabezas nucleares o convencionales, lo que dificulta cualquier acuerdo sobre su control). Y si van a existir estos misiles SLCM, ¿por qué -cabe preguntarse- se han instalado euromisiles en suelo de Europa occidental?
Recelos europeos
Los recelos europeos ante la SDI son evidentes, y surgieron con fuerza por boca del ministro Defensa de la República Federal de Alemania (RFA), Manfred Worner, en la reunión de primavera del Grupo de Planes Nucleares de la OTAN.
Los europeos temen ver a las superpotencias recíprocamente protegidas, con Europa abandonada como eventual campo de batalla nuclear. Además, de funcionar la SDI en la Unión Soviética, las armas nucleares francesas y británicas quedarían obsoletas (de ahí, dicho sea de paso, la insistencia del presidente francés, François Mitterrand, en que Europa se lance a la carrera espacial).
Por ello algunos medios de la OTAN estiman que los dirigentes soviéticos podrían intentar aliarse a los intereses europeos, ligando todo pacto sobre los euromisiles -acuerdo en el que están interesados los europeos- a un acuerdo sobre las armas espaciales. Y en este punto, Gorbachov parece haber ganado el apoyo de la dama de hierro británica para limitar la carrera de armamentos en el espacio.
Todo parece indicar que de Ginebra -ya sea en ésta o en posteriores reuniones- saldrá, dentro de un marco paraguas, un sistema de negociación por medio de vasos comunicantes.
El concepto de conversaciones paraguas, según medios atlánticos, permite a Moscú salvar la cara ante el hecho del despliegue de los euromisiles", y además desmuestra que la distinción entre las INF y otras armas nucleares era ficticia.
Pero todo posible acuerdo por separado sobre algún tema (INF, START, SDI o armas anti-satélites) dependerá de cómo se avance en los demás, y especialmente, como Gorbachov lo ha dado claramente a entender, de cómo se avance en el control de la guerra de las galaxias. "No habrá progresos asimétricos", se dice en la OTAN, con lo cual se vuelve otra vez a una cierta política del linkage (encadenamiento).
Disensiones en Washington
Los europeos de la OTAN están, sin embargo, preocupados por la situación reinante en Washington. Estados Unidos acepta un envite, pues hasta ahora la SDI no estaba en ningún foro de negociación (como tampoco, salvo para el escenario europeo, los misiles de crucero).
Pero las disensiones entre Shultz y su colega de Defensa, Caspar Weinberger, que son demasiado aparentes y derivan en luchas burocráticas incluso dentro de los mismos departamentos, pueden desembocar en una posición negociadora que responda a un compromiso interno de Washington y no a una auténtica reflexión. "La Administración estadounidense no está unánimemente a favor de la idea del paraguas", comentan fuentes atlánticas.
El 7 y 8 de enero marcarán, segun expertos de la OTAN, el comienzo del comienzo, y "esta primera fase de procedimiento, de discusiones sobre lo que se va a discutir, va a ser larguísima, y durará por lo menos todo 1985". Este planteamiento coincide, de hecho, con expresiones similares de Moscú.
Indudablemente, dados los adelantos técnicos, la posibilidad de usar los diversos vectores para cargas convencionales o nucleares complica la verificación y dificulta toda posibilidad de acuerdo. Pero la pregunta básica en relación a cualquier tipo de acuerdo sobre control de armamentos no es técnica, sino conceptual.
Intenciones del adversario
¿Fue SALT II un buen o un mal acuerdo? Toda respuesta es un juicio no sobre el acuerdo en sí -sobre las cifras que comporta-, sino sobre las intenciones generales y particulares que se atribuyen al adversario. De ahí que algunas fuentes en la OTAN insistan sobre el clima político que reina en torno a un acuerdo para el que es necesaria una relación estable entre las superpotencias.
Cuando el entonces secretario de Defensa de Estados Unidos, Robert MacNamara, comenzo a negociar en 1967 los acuerdos SALT I (y el acuerdo sobre la limitación de los misiles antibalísticos ABM, que consagró por escrito la doctrina de la Destrucción Mutua Asegurada (MAD) y las poblaciones como rehenes), las primeras instrucciones que dio a los miembros de su equipo es que indagaran cómo sus homólogos soviéticos enfocaban el tema nuclear.
Una vez más, 17 años después, en Ginebra el 7 y 8 de enero habría que ir antes a los conceptos que a los números. Hay que saber que se habla el mismo lenguaje antes de comenzar a hablar.
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