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Tribuna:
Tribuna
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La elipse

10 lunesTomo café en el Café Oriente, con Nicolás Sartorius:

-Mira, Umbral, el pueblo español es un poco mágico, espera siempre el hombre providencial, ha creído incluso en el Caudillo, pero yo creo más en el análisis racional y el trabajo constante. La reconstrucción de la izquierda española no es cosa de arreglar el juguete, de reciclar un partido u otro, sino de que los partidos se integren en la sociedad, influyan en ella y, sobre todo, sean influidos. Para mí es sospechosa toda crítica al sistema de partidos, como crítica solapada a la democracia, pero creo que los partidos políticos arrastramos un algo decimonónico, y esto hace que la juventud, empezando por mis hijos, salga corriendo cuando se les hace conocer la maquinaria interna de cualquier partido. Tienes tú razón, Umbral, cuando dices que en España y en el mundo se formula vagamente una izquierda juvenil y total que desborda cualquier partido, una izquierda natural. Por eso a mí, más que las guerras intestinas de los partidos, que en realidad me aburren un poco, me interesan los caminos para penetrar esta sociedad o que ella penetre en nosotros y nos vivifique. Mis fracasos no se los adjudico a nadie, a nadie culpo. Yo cuento ya con que el adversario político me lo va a poner difícil: es su deber y el mío. No me veo como líder de nada, porque, en principio, no creo demasiado en los líderes. El líder no es nadie si no se dan las condiciones objetivas para que él lo sea. Sé que a veces se me ve como el "tapado". Tú dices el "deseado". Pero yo, en el fondo, no soy muy hombre de partido. Recuerda la frase de Lorca en Bernarda Alba: "Lo hago todo sin fe, pero lo hago como un reloj". Me interesa esta sociedad, la nuestra, y no entiendo un partido como Iglesia. La próxima vez, Umbral, te preguntaré yo a ti, que tengo muchas ganas.

12 miércoles

C. J. Lavonnier ha traducido al francés mi conversación en este periódico con Jeannine Mestre. Tengo que enviarle esto a Jeannine. Otro escritor "sagrado" -y van casi media docena- se contrata para hacer entrevistas. Hemos puesto de moda la entrevista como género literario, aquí, entre el señorito y uno.

14 viernes

La intelligentzia. El espectáculo o number prenavideño que está montando nuestra intelectualidad ahora mismo, en tomo a premios, academias, sillones, muebles, pesetas, laureles y otras hierbas, es igual que las justas medievales franquistas, sólo que por libre. Y la libertad les sienta mal a las profesiones liberales. No se refiere uno solamente a los frustrados en concordatos, concilios, jurados y cosas, sino también a los logrados, a los agraciados y los agraciadores. A nuestro único clásico vivo se le celebra tarde por la tele (con la mejor voluntad de Íñigo) y se le da el Nacional, como él ha dicho, "con 40 años de retraso". Claro que ni puta falta le hacía. Para hacer hispanidad a lo Sánchez-Bella, se precia a ese Borges/bis que es Sábato, aunque, como galaicamente ha dicho Torrente Ballester, "los españoles ya se puede suponer a quién hemos votado". Se preside lo que no se ha leído, se oculta infomiración a la Prensa, por no perjudicar a los amigos damnificados (pero los buenos oficios/orificios de este periódico remedian el hermetismo). En las glosas del CervantesISábato se pone el énfasis sobre un informe político del argentino. ¿Pero no era un premio literario? Se utiliza un candidato/máscara para queja y reproche de no haber sido uno suficientemente cándido (vestido de blanco) y, por tanto, rechazado. Todo premio ministerial es propaganda. Por eso hay que repudiarlo. Incluido el Nobel. La gloria oficial sólo es el remedio señorito de quienes no tienen la gloria real: la calle: lectores, incidencias, dinero.

15 domingo

La Concepción. En la Clínica de la Concepción, Fundación Jiménez Díaz, se me ha muerto y se me ha salvado mucha gente. Incluso yo he muerto y me he salvado en esa clínica. El propio don Carlos Jiménez Díaz me hizo una como "imposición de manos" (felices/infelices 60, década prodigiosa, incluso eso), porque, aparte lo científico de su tratamiento, las manos gastadas del viejo sabio, sobre el cuerpo de uno, ya eran curativas. Ahora la cosa está en que el Seguro no paga lo que vale una cáma con enfermo, de modo que la Fundación viene perdiendo dinero a lo loco. Capital del dolor", la Concepción, donde el sabio paisano Gómez Orbaneja me ha curado enfermedades confesadas e inconfesables. Eficiencia joven y como americana de Paco Sanabria, enlaberintado en el laberinto de mi oído. Boixadós y De Felipe, neurólogos: "Tienes un electro de libro: ni enfermedad ni genialidad; normalidad absoluta". Sabidurías de Leoz poniendo el ojo (clínico) en mis ojos. Precisiones de Laín, el chico que le salió médico al maestro, y luego farmacólogo. El traumatólogo doctor Carreño, que me ha operado varias veces, eficaz y directo como el ángel corpulento de la esqueletología. Dandismo maduro del doctor Mogena, que pulsa mi epigastrio como un arpa. Linares entre niños, el hombre más bueno que uno haya conocido. Fayos, egiptólogo de la sangre humana. Pacios, socialista y marchoso, odontólogo eficaz y urgente, rodeado de marquesas y de pobres, siempre atento al dolor de la última muela que le duele al mundo. Rábago, genial telefonista de los corazones. Y los que me dejo. ¿Cómo clausurar tanto genio por un pellizco administrativo, cómo abolir la sombra sagrada de don Carlos, sobre todos ellos, por una discrepancia de pesetas? Aeronave ya vieja de la vida y de la muerte, de la ciencia, la Fundación es nuestra, de los vivos y muertos. Que no cierre.

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