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Balance

Convergéncia Democrática de Catalunya ha celebrado el décimo aniversario de su fundación, y la ocasión ha servido para que sus dirigentes y militantes hagan balance de la relación entre lo programado y lo conseguido. No va mal la botiga (tienda) del señor Pujol. No sólo es un negocio saneado en Cataluña, sino que, además, el viajante Miguel Roca ha conseguido abrir mercados y el asunto está en expansión por toda España.Una de las voces responsables del balance ha reconocido que Convergència ha dejado un tanto de lado el modelo socialdemócrata sueco, que en ocasiones reclamó el propio Jordi Pujol. Las veleidades socialdemócratas se han quedado por el camino, y a estas alturas la política de Estado del partido se alinea decididamente dentro del centrismo más centrado, y en cuanto a las ambiciosas tomas de posición sobre asuntos internacionales, los dirigentes convergentes son decididos partidarios de la Alianza Atlántica y de la política del señor Reagan, incluso se mostraron comprensivos ante la urgente necesidad de que el Ejército norteamericano invadiera la isla de Granada.

Es cierto que el partido de Pujol no sólo está muy bien organizado en toda Cataluña y se proyecta hacia España a través del virus Roca, sino que también es el partido que más conecta con los jóvenes catalanes políticamente neonatos. Para esa juventud, Convergència es un partido perseguido por el centralismo y, por tanto, un partido sugestivamente mártir. En cuanto al hecho de que la juventud catalana, mayoritariamente neutralista, como casi toda la juventud sensata, en su aceptación de Convergència pase por encima del alineamiento atlantista de los señores Pujol, Roca y Trias, se debe a que los catalanes tienden a creer que las guerras son cosas de Madrid, y que si alguna vez nos meten en la III Guerra Mundial, ya se espabilarán los madrileños. La fiebre del nacionalismo ha sido una vivencia absorbente que ha impedido distanciar críticamente la teoría y la práctica de un partido más aceptado por el sentimiento patriótico que por el examen de su programa. Y a la vigencia de esa fiebre ha contribuido poderosamente la leña que el Gobierno socialista ha ido echando a la caldera de los más tontos agravios.

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