La gangrena / y 3
Recuerdo, de la lectura de La questión durante la guerra de Argelia que me impresionó tanto el método- lo que Giovanni Gervis ha llamado "la tecnología de la tortura"- a que fue sometido Allel (golpes, electricidad, droga), y e hecho de que él consiguiera resistir el tormento sin procurar la infor mación que se trataba de arrancar le, como el procedimiento indiscriminado con que se procedía a las redadas. El término centres de triage (centros de criba) me golpeó entonces con gran fuerza porque él refería, sin más, el hecho de que tales redadas afectaban a barrios enteros, a cuyos habitantes se pasaba por la criba de la tortura, y siempre, claro está, además del terror sobre las poblaciones, algo quedaba en el cedazo aunque absolutamente ningún militante se hallara entre los detenidos, pues el tormento hace brujas o untori (los untadores de ungüentos pestíferos durante la peste de 1630 en Milán) o, si se quiere, terroristas. Una vez más se puede recordar la famosa fórmula de Beccaria, según el cual se trata ni más ni menos que de resolver el siguiente problema: "Conocida la fuerza de los músculos y la sensibilidad de las fibras de un inocente, hallar el grado de dolor que le hará confesarse culpable de un delito determinado". No hay ni qué decir que tampoco. en el caso de que la persona sometida al tormento lea responsable de una acción ilegal, sea ésta de la índole que sea, puede ser ni siquiera concebible como legítimo el uso del tormento.Lo de la criba o el cedazo que empleaban los caballeros del Ejército francés en Argelia y la policía metropolitana viene a cuento, por lejano y extraño que parezca a algunos, a la vista de la cuantía de detenciones y la tecnología del interrogatorio a que son sometidos generalmente los detenidos en lo que oficialmente se llama la Zona Especial Norte. Tengo aquí, sobre la mesa, una información publicada en 91 mes de agosto pasado en la que se da cuenta de un informe elaborado en Euskadi y presentado públicamente, según el cual durante los seis primeros meses de este año ha habido en Euskadi 734 detenciones. De estos detenidos, 587 fueron puestos en libertad por la misma policía y 105 de ellos han denunciado haber sido sometidos a torturas (de ellos / ellas, naturalmente). De los 734 detenidos, 147 fueron presentados a la Audiencia Nacional, y de éstos, 36 manifestaron haber sido torturados. Hombre de letras, me dice más lo que se refiere a la cualidad de las cosas (a su quale, como nos enseñaban en la Universidad) que a su cantidad (a su quantum), pero esta cantidad no deja de ser una cualidad, bastante abrumadora por cierto, independientemente de que tales cifras no sean demasiado precisas o contengan algún error. La magnitud del fenómeno es, en este caso, demasiado elocuente como para que uno' pueda encogerse de hombros y recostarse plácidamente en el establecimiento de la democracia española.
El magisterio de EE UU
La amplitud y la gravedad del fenómeno -extramuros del laboratorio español- se verifica en hechos como que la OTAN instruya a determinados sectores en el uso de la tortura, mediante aprendizajes durante los cuales el educando es, entre otras cosas, torturado él mismo para así conseguir la forma conveniente o un docto torturador. Desgraciadamente, ya no podemos mirar a la OTAN como un lejano espectro; pero además ya se han observado signos alarmantes con relación a soldados españoles, y no puedo olvidar, a este respecto, una patética carta, que fue publicada,en este mismo diario, de un soldado que estaba siendo sometido a una, especie de tortura didáctica, y que después falleció. En el breve ensayo de Jervis que he citado antes, sobre La tecnología de la tortura, hay referencias precisas al magisterio de Estados Unidos en este dominio y a las prácticas de tal tecnología, en el campo de la OTAN. Según se ve, la vieja técnica del tercer grado norteamericano se depura y sofistica convenientemente a las necesidades actuales del imperio; en cuanto a los viejos passages à tabac de la policía francesa, habrá que estudiarlos dentro de poco en el terreno de la arqueología de la tortura, aunque, hoy por hoy, lo que ya empieza a ser arqueología en otros lugares, es pura actualidad aquí, entre nosotros.
La última renovación de la tortura española se realizó, al parecer, bajo el magisterio de los nazis y sus colaboradores durante los años cuarenta, no sé si tanto durante la guerra mundial como después, cuando España fue tierra de asilo para algunas gentes que, llegaron huyendo de la quema. La tradición española permitía muy bien asimilar aquellas enseñanzas. Después de todo, la bañera, por ejemplo, no teñía que sonar a cosa muy rara en el país de los "tragos de tormento" (Cervantes) o "ansias". Ponían -explica Rodríguez Marín en una edición de, Rinconete y Cortadillo- sobre la cara del paciente un paño de lino que le tapara las narices, para que no pudiera respirar por ellas, e ir destilando en la boca por medio del paño y a chorros, para que lo arrastrase consigo hasta lo profundo de la garganta".
En efecto, esta tortura, que también se llamó trato de toca, tuvo también su momento técnico, con el auxilio de la psicología experimental. Su teórico fue un belga llamado Delfanne (a) Masuy, que trabajó para el contraespionaje alemán durante la última guerra. Fue condenado a muerte en 1947, pero su obra le sobrevivió con el advenimiento de las democracias a Europa. Lelio Basso, en su obra La tortura en Italia hoy, nos contó, por ejemplo, que en los años siguientes a la liberación, con el nombre de la casetta, el tormento de agua se siguió aplicando, y existen sobre ello suficientes testimonios de las víctimas.
Invento de la Gestapo
En cuanto a la electricidad, fue un buen invento de la Gestapo, que las Milicias de Damand emplearon muy aplicadamente en la lucha contra el terrorismo, y lo llamaban, con mucho gracejo, la caja de bombones y Radio Londres. También se sigue aplicando hoy, como todo el mundo sabe. Sin embargo, la línea del futuro es ya otra, como decíamos: una línea cuyos pioneros es posible situar en el siglo XIX, cuando Béranger, en su obra Justicia criminal en Francia, señaló como un nuevo y más poderoso género de tortura la incomunicación. Ya en nuestro siglo, Louis Lambert, en su Tratado teórico de la policía judicial, abogó por el destierro de los puños. Basta con que se mantenga al detenido "sentado en una silla", dice, "durante un día entero, y la noche, o más todavía. El interrogado tiene hambre, y no le damos de comer; sueño, y se lo negamos", dice el buen policía, en una lectura muy sui géneris de las obras de misericordia; "deseo de fumar, que desconocemos", etcétera; esto y el uso de la química componen un enternecedor cuadro de humanización del interrogatorio. En esta línea se hallan las experiencias más de vanguardia hoy, como la privación sensorial.
En nuestra reflexión llegamos a un momento en el que nos damos cuenta de que una de las maneras, de desviar la atención de este problema consiste, por parte de gente que se considera progresista, en poner la definición de la tortura en unos términos tan generales que, abarcando casi la realidad social en general, no define nada: lo que se gana en extensión se pierde en comprensión, como dirían los clásicos. A nuestros efectos, nos conformamos, por. ejemplo, con la definición que se elaboró en diciembre de 1975 en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Aquella declaración dijo, en su artículo 1º, que se entiende por tortura "todo acto por el cual un funcionario público u otra persona a instigación suya inflija intencionalmente a una persona penas o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, con el fin dé obtener de ella o de un tercero una información o una confesión; de castigarla por un acto que haya cometido o se sospecha que ha cometido, o de intimidar a esa persona o a otras". Esta definición parece aceptable, al menos para no extraviarse en una vaga retórica más o menos humanista o generalizadora. Se trata de algo así como esto cuando nosotros hablamos ahora de la gangrena: de esto y no de otros sufrimientos que se padecen en otras circunstancias, tampoco cuando uno es meramente detenido por la policía. Por ejemplo, yo mismo puedo decir que he sido detenido varias veces -la primera en 1956- y que nunca fui sometido a tortura, aunque la situación fuera objetivamente torturante, dada, entre otras cosas, la evidente posibilidad de que tal tortura se produjera, como en tantos casos se daba y se da, con los caracteres, como apuntábamos, de una verdadera institución.
En los últimos tiempos, nuevas sombras oscurecen la posibilidad de alguna esperanza. El plan ZEN y el proyecto de ley orgánica -a la que sólo le queda el trámite formal de su paso por el Senado- contra Actuación de Bandas Armadas y Elementos Terroristas (así creo que se titula), unidos al estado en que han quedado la ley de Asistencia Letrada al Detenido (diciembre de 1983) y la de Hábeas Corpus (mayo de este año), configuran un cuadro de lo más tenebroso. Para colmo, se conceden condecoraciones a personas que están sometidas a procesos como presuntas responsables de ser agentes de esta indeseable gangrena. ¿Qué demonios está pasando aquí?
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