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Cuatro compases

Hay plagio, según el alto criterio de la Sociedad General de Autores de España, cuando se detectan cuatro compases idénticos a los de otra creación musical. Lo han repetido estos días por el asunto del All of you de Julio Iglesias, y no salgo de mi asombro. Cuatro compases me parecen a mí muy pocos compases para decidir si hubo o no hubo fusilamiento melódico. Tal y como suena de monótono el hilo musical de los tiempos, en versión rockera o dulzona, desde Elvis Presley y Lucho Gatica hasta The Scorpions y Prince, tengo la sensación. extraña de que tanto los pentagramas duros como los blandos del último cuarto de siglo han traficado impunemente con apenas media docena de compases originales.Sabrán lo que hacen los vigilantes del decibelio, pero, de aplicarse esta severa doctrina del plagio musical a otros mundos expresivos, se puede armar. Aproximadamente cuatro compases equivalen a cuatro frases en literatura, a cuatro planos en el cine, a cuatro trazos en pintura, a cuatro muecas en televisión, a cuatro metáforas en nuevo periodismo y a cuatro tópicos en política. Ya me dirán cuál es la novela, la exposición, la película, el discurso, el artículo o la filosofía que ahora mismo, y aquí, no utiliza por lo menos cuatro compases ajenos con mayor o merior descaro, inconsciente o alevosamente. Y no digamos ya del tenebroso submundo universitario de las tesis y las tesinas a la española, donde ese mérito, que conduce al codiciado poder vitalicio, es precisamente el discurso facsimilar, la cultura de segunda mano, la cita policopiada.

Las canciones de Julio Iglesias y las caras de Modigliani han vuelto a plantear con toda crudeza el espinoso y viejo asunto de la originalidad. Tiene bemoles: cuatro compases, apenas cuatro trazos semejantes, son motivo de escándalo en una sociedad regida -tiranizada- por las leyes de la repetición, el arte de las semejanzas, la lógica de la serie, la filosofía de la influencia y el show del simulacro. El que esté libre del fusilamiento de cuatro compases, que tire al pozo la primera piedra de Modigliani.

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