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Todos los diablos no se han dejado crecer la barba

Casi todas las abuelitas han repetido hasta la saciedad aquello de que cuando el diablo no tiene nada que hacer se va a misa a enredar. Ayer, como no había demasiadas prisas, el diablo se entretuvo en comentar casi hasta el aburrimiento las repercusiones del debate parlamentario sobre el estado de la nación.

Casi nadie pensaba que la elevación de 1,03% en el índice general tuviera su origen en lo que se interpretó como deseo gubernamental de no abandonar la Alianza Atlántica, aunque tampoco faltaron las consabidas lenguas viperinas que señalaron la coincidencia de estas manifestaciones con el anuncio de la actual presidencia de la Comunidad Económica Europea respecto a que la ampliación tendrá lugar en la fecha prevista.

Las dos novedades, en conjunto, sirvieron en todo caso para elevar el optimismo de los operadores, aunque el balance positivo de la sesión se debe casi exclusivamente al deseo de los compradores de no dejar pasar la oportunidad de adquirir los títulos que aparecen a buen precio. Esas son las habituales razones técnicas que citan los especialistas, aunque la situación del mercado continúa estando muy indecisa.

Es casi inevitable, por consiguiente, que el perfil de la sesión no produjera ninguna sensación de alegría y sí de cierto regusto amargo, ya que al cierre había bastante papel revoloteando de forma dubitativa, con excesivas ganas de cambiar de casa. Este fenómeno se registró especialmente entre los valores eléctricos, que sufren presiones vendedoras en cuanto los cambios suben un poco, quizá porque algunos operadores piensan que podrán comprar a mejor precio durante las próximas ampliaciones, a pesar de que no pocos expertos opinan que estos planteamientos pueden recibir una buena ducha de agua fría cuando llegue la hora de la verdad. Estas reticencias tienen su origen en el nivel de cobertura de los actuales empréstitos de distintas sociedades, al tiempo que se espera que una parte sustancial de las emisiones pendientes de deuda pública serán cubiertas por cajas y bancos. Así, los particulares pueden encontrarse sin poder realizar las consabidas inversiones de final de ejercicio para obtener la desgravación fiscal. Si todo ocurre de esa forma, las ampliaciones eléctricas deberán canalizar bastante dinero, lo que podría encarecer su adquisición vía cupones.

Mientras tanto, la tónica indecisa debe continuar prevaleciendo, pero no son de prever ni fuertes descensos ni espectaculares subidas. Y, en todo caso, es conveniente insistir en que la bolsa se moverá ahora con unos criterios crecientes de selectividad. En este sentido, la depreciación del dólar respecto a la peseta -la divisa norteamericana se situó ayer en 170,231 pesetas- servirá como un elemento de reflexión entre los operadores, ya que las previsiones de un conocido experto es que el dólar podría bajar unas 10 pesetas hasta finales de año.

La apreciación de la peseta en estas condiciones supondría una buena noticia para aquellas sociedades que tienen concedidos créditos en dólares, aunque debe perjudicar las exportaciones hacia Estados Unidos. Los seguros de cambios pueden convertirse en una moda que puede ser utilizada para observar tranquilamente el grado de humedad de las barbas de cualquier vecino.

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