Pierre Cardin
Con 62 años ha convertido su nombre en una marca, pero él sigue siendo el dueño del carisma
Pierre Cardin es el héroe, el dueño del imperio. Pero el imperio, en el fondo, no es más que su marca convertida en más de 600 licencias distribuidas por el mundo para producir ropa, discos, chocolates, vinos, sardinas, lavabos, frigoríficos, etcétera. Cualquier cosa susceptible de ser vendida y a la que pueda incorporarse un diseño de calidad que la haga acreedora de la etiqueta Cardin. Es, pues, un imperio que vende y multiplica carisma. Tan rentable, que cerca de 100.000 personas trabajan en todo el mundo, de alguna manera, para los productos Cardin. Un centenar de publicistas y creadores componen su equipo colaborador más directo. Absoluto rey Midas, Pierre Cardin, a sus 62 años, se limita a hacer dinero y más dinero con su nombre. Lo fabuloso es que Pierre Midas Cardin es fuente y mentor de lo que vende: él mismo.
"Me gusta vender, me gusta el éxito, me gusta ganar". Simplificada, esa podría ser la sinopsis de su vida. Un nombre camaleónico, transmutado en marca. Petro a la vez, un malabarista, un mago del dinero que vende algo tan mesiánico como el carisma; un italiano de educación francesa que ha levantado un imperio económico. a base de hacer creer la ilusión de que vende trocitos de sí mismo. Y sin embargo, Pierre Cardin permanece entero, dispuesto a seguir revendiendo o alquilondo su nombre-marca el resto de sus días. Ese es el secreto y quizá la magia de este hombre y su industria ha logrado vender el esplendor del gran mundo en bolsas de supermercado.
Y el resultado es el de un cuento con resultado feliz: él es rico y admirado; sus negocios crean puestos de trabajo, y la gente de clase media o moderadamente rica puede lucir gafas, muebles o toallas de Cardin.
Una echadora de cartas de Vichy le dijo al joven italiano, hijo de emigrados, que su porvenir sería espléndido si se iniciaba en la alta costura. La quiromántica, además, le recomendó al modisto Paquin, "Fue una predestinación auténtica". Pero asegura que sus siguientes éxitos y sus afortunadas innovaciones no salieron de labios de adivinas, sino de su instinto. "No he vuelto a consultar con quirománticos. Tengo miedo de que me anuncien que todo se va a venir abajo". Una frase divertida en la que no cree: el futuro se presenta liso y pujante.
El único peligro podría ser la saturación del éxito, el aburrimiento. Pero este italiano-francés, gesticulante, apasionado y rápido, ha apostado por vivir a cien por hora. Una de sus últimas jugadas fue comprar Maxim's. Una especie de marca hija que ha seguido la misma trayectoria: ya hay zapatos, camisas y bombones Maxim's. Despues de Paquin trabajó para Dior. Y en cuanto pudo se instaló por su cuenta. En 1960 inventó el prêt-a-porter. Esta pequeña revolución en el mundo de la moda hizo que le tacharan, de hereje.
Dijeron que estaba acabado. Pero los otros grandes siguieron años después sus pasos. "Es lógico, un vestido de prèt-a-porter cuesta 10 veces menos que uno de alta costura. Pero la alta costura es el laboratorio. Sin la alta costura todo lo demás caería".
En 1970 creó L'Espace Cárdin, un centro cultural por el que pasan los más importantes artistas. "No es un mecenazgo, es una pasión animar el cine, el teatro y todas las artes. Pero ocultar el sentido co mercial del arte sería hipócrita. Los artistas y los intelectuales suelen considerarse, por el contrario, muy generosos. Pero no, son unos avaros". Los árabes le pusieron en la lista negra acusándole de projudío hace unos años. "Están celosos", se defiende Cardin. Y zanja el tema: "Ni projudio ni proárabe, soy católico". En política tampoco quiere compromisos: "Soy individualista. Sólo hago la política de Pierre Cardin".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.