Valéry Giscard d'Estaing vueIve al ruedo político como simple diputado por Puy-de-Dôme
El que fue presidente de la República Francesa desde 1974 hasta 1981, Valéry Giscard d'Estaing, vuelve a las andadas paso a paso; es decir, en pocas palabras, Giscard quiere ser presidente de nuevo, y para ello escaló anteayer un importante peldaño, al ganar una elección parcial legislativa que le permite volver a la Asamblea Nacional para que su nuevo credo, el liberalismo caluroso, llegue a los confines del hexágono francés.
Fue elegido triunfalmente por el 63,24% del electorado, que, de todas maneras, alcanzó cotas excepcionales de abstención: el 45%. El Frente Nacional (FN), el partido de extrema derecha que constituye el fenómeno político de los últimos tiempos en Francia, bajó respecto a sus últimos alardes de renacimiento irresistible, al alcanzar sólo el 6,3%, y no el 11%, como ocurrió en los recientes escrutinios, europeo o corso.Giscard continúa siendo un hombre defenestrado en este país desde que, en 1981, los franceses le hicieron saber que rechazaban su distancia altanera respecto al pueblo llano. La impopularidad continúa siendo el trazo definitorio de su imagen política en el país. En los sondeos de la opinión pública que regularmente se realizan aquí, Giscard es el faroIillo rojo de los tres caballeros que aspiran, en la oposición conservadora liberal, a ocupar el puesto que, en marzo de 1981, legitimó al actual presidente, François Mitterrand.
Los dos líderes de la oposición al socialismo, el independiente Raymond -Barre (39% de índice de confianza de los franceses) y el neogaullista Jacquesi Chirac (34%), superan a Giscard, que aún cuenta con un 30% de las simpatías de sus conciudadanos, en caso de carrera hacia el Palacio presidencial del Elíseo.
Frente a estas adversidades o incidentes de la carrera de un político obstinado, Giscard se manifiesta aparentemente impávido. Él cree en su estrella y quiere volver a ser presidente de la República, y ha considerado que la mejor receta es esta cura de humildad -aparente también- que consiste en empezar por el principio y que comenzó -hace menos de tres años, cuando compitió en una elección cantonal y la ganó.
Ahora, un amigo suyo ha abandonado supuesto de diputado del departamento de Puyde-Dôme (Clermont-Ferrand es la capital) para que Giscard. pudiese dar un paso más, modesto para quien ha sido presidente de la República, pero no inútil, e ilustrativo de sus ambiciones supremas e inquebrantables. Así, el hemiciclo de la Asamblea de Diputados le ofrecerá una plataforma nacional para reiniciar la reconquista del país.
Con el triunfo de Giscard, la llamada guerra de los jefes en la oposición se apasiona (Chirac, Barre, Giscard, cada uno contra los otros dos). Mitterrand y los socialistas explotarán esta guerra apoyando a su manera a quien les convenga. De la elección de Giscard queda un resultado colateral en el que vale la pena insistir, y es el semifracaso de la extrema derecha, encabezada en el Partido Frente Nacional por Jean-Marie le Pen, que no ha obtenido el resultado espectacular que esperaba.
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