Ofensiva de otoño, el arte de oponerse
Que uno sepa, no hay escrito un tratado o un manual que estudie las conductas y las estrategias más convenientes para que la oposición política pueda lograr su mayor eficacia y provecho corno "alternativa de poder", algo así como un "arte y estrategia de la oposición". Sin embargo, unas atinadas reflexiones escritas sobre el mejor modo de conducirse desde la oposición en cada coyuntura no dejarían de ser de la máxima utilidad para los partidos políticos y las coaliciones que se hallan en ese noble quehacer -un estadio seguramente provisional y erróneamente considerado como "noche oscura del alma" de ser la leal oposición al Gobierno de la nación.La rentrée de este septiembre nos ha traído, como uno de los primeros signos de la movida del curso político que se inicia, las declaraciones de portavoces de la oposición conservadora y de la oposición comunista coincidentes en manifestar que endurecerán sus posiciones frente al Gobierno en los próximos meses. El portavoz de la Coalición Popular, señor Herrero de Miñón, ha anunciado que se mostrarán más combativos en la nueva temporada parlamentaria, que están bruñendo sus armas para una ofensiva de otoño-invierno. Los populares esgrimen un lenguaje de resonancias bélicas. "acoso al Gobierno", "recrudecimiento", "ofensiva parlamentaria", "oposición implacable". Por su parte, el secretario general del PCE, Gerardo Iglesias, ha anunciado para este otoño una política de movilizaciones populares contra determinadas actitudes gubernamentales como ante la concertación social y la OTAN.
Algunas interrogantes
En este caso, la invocacíón es del arma ya clásica en niwios de cierta izquierda: suscitar protestas populares masivas.
Ya veremos en qué quedan todos estos procedimientos verbales -ya que es un tópico periodístico hablar cada año por estas fechas del otoño caliente que se avecina- ya que a los políticos les gusta a veces bravuconear para suscitar expectación, como hacen los púgiles.
Pero esto al margen, la ocasión invita a formulamos algunas interrogantes de interés para la pública opinión. ¿Cuál es la actividad opositora más rentable y más eficaz? ¿Es la intensificación del hostigamiento al Gobierno, ya en el Parlamento, ya en la calle, lo políticamente más provechoso? Esarentabilidad, eficacia y provecho, ¿para quién lo son? ¿Para los partidos y coaliciones que ejercen ese hostigamiento? ¿Para la nación, es decir, para el conjunto de los habitantes de un país?
Estas interrogantes imbrican otras en cadena: ¿lo que, como práctica opositora, es mejor y más rentable para un partido o para una coalición de partidos es necesariamente lo mejor y más rentable para la nación? ¿Lo es siempre? ¿Lo es, algunas veces? Y, en conclusión y en la práctica, ¿qué es más rentable para un partido o una coalición, practicar una. oposición que apunte al deterioro, a todo trance del Gobierno, al margen de la mayor o menor bondad de la política que haga, como método para acrecer las expectativas electorales del oponente y disminuir las del partido que gobierna, o llevar a cabo una oposición más templada y más serena (lo que no tiene por qué significar menos firme), no dejando de prestar al Gobierno el apoyo y la asistencia para la mejor solución de los más graves problemas nacionales, con el fin de que el país pueda salir adelante?
Estrategia
Son éstas algunas interrogantes sobre las que no fuera ocioso que reflexionaran nuestros responsables políticos. Algunas declaraciones de dirigentes de la oposición en este comienzo del curso jolítico, parecen traducir el propósito de deteriorar, sea como sea, la imagen del Gobierno socialista, que recientes sondeos muestran escasamente quebrada. Estrategia opositora de dudoso provecho, desde luego, para la nación y, pobablemente, para la propia coalición que la propugna. Un ejemplo de oposición más serena y discernidora podría encontrarse en el reciente anuncio, formulado por Óscar Alzaga (PDP), de desarrollar diversas gestiones con sus homónimos democristianos de otros países europeos con el fin de allegar apoyos para el buen fin de las negociaciones España-Mercado Común.
Por mi parte, y como dato que abona la puesta en duda de la supuesta eficacia del radicalismo en la actividad opositora, citaré lo ocurrido durante los años 1981 y 1982 en nuestro propio país: el PSOE obtuvo su más formidable victoria electoral tras año y medio de practicar una oposición que más apoyaba y apuntalaba al Gobierno de UCD (en las grandes cuestiones nacionales: concertación social, política autonómica, supremacía del poder civil frente a las perturbaciones militares ... ) que le combatía. Mientras que en los años anteriores, en los que practicó una oposición más radicalizada y contundente, los resultados electorales (1977, 1979) no fueron tan brillantes. Se dirá que las circunstancias de antes y de ahora son bien distintas, y es cierto, pero no parece menos cierto que el pueblo español, por lo que ha podido observarse hasta ahora, está más dispuesto a otorgar su apoyo a posiciones y comportamientos alejados de radicalismo.
En conclusión: no parece cierta la ley manejada como inexorable por algunos dirigentes de la oposición, según la cual, a mayor hostigamiento indiscriminado al Gobierno socialista, mayor capitalización política y mejores expectativas electorales. Pues parece que no es así.
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