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El tercer Felipe

La rosa roja, con vals de triste despedida, que significó el reencuentro barcelonés de los Felipes tuvo alguna espina. Para empezar, la alucinante suspicacia de que se trataba de una campaña de lanzamiento de la Operación Roca, suspicacia que tenía como antagonista la de que estábamos ante una campaña de afirmación del alcalde de Barcelona, Pasqual Maragall, e indirectamente del PSC-PSOE. El reencuentro requiere una compleja teoría de la morbosidad del epílogo, que no me cabe en una columna. Pero fue, como dijo Maragall en un espléndido, repito, espléndido y breve discurso, un ejercicio de nostalgia inocente.Más seria, en cambio, me parece la espina aportada por los que formaron el llamado tercer Felipe o tercer Foc. Es decir, los que tiraron adelante la organización a partir de la desastrosa caída de 1962 y vivieron cierto protagonismo combativo e incluso consiguieron instalarse en el seno de la vanguardia de la clase obrera en la segunda parte de la década de los sesenta. Se quejó este sector de que el reencuentro fuera monopolizado por los militantes del primer Felipe (el más estrictamente ceroniano) y del segundo (el que inició el despegue y padeció el ajuste de cuentas franquista de 1962). El protagonismo político, social y cultural que ha alcanzado buena parte de los militantes de las dos primeras etapas les ha permitido monopolizar el espíritu de la celebración. Las cámaras de televisión o los reporteros buscaban a los instalados en el escaparate de la historia, no a los peatones de la historia.

Aquel tercer Felipe vivió un drama diferente. Pudo permitirse mayores audacias en unos tiempos de supuesta apertura del franquismo, pero pagó caro uno de los coletazos del animal en la persona de Ruano, el estudiante sacrificado una madrugada y que dio origen a la bellísima canción de Lluís Serrahima y María del Mar Bonet Qué volen aquesta gent que truca de mati nada? (¿Qué quiere esa gentuza que llama de madrugada ... ?). Aquel tercer Felipe que explotó con el sol del mayo francés en mil pedazos, mil asteroides de socialismo revolucionario, y que durante la fiesta de Barcelona exigió su porción de pastel de nostalgia. ¿O acaso pedía algo más?

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