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La inflación media española encubre hasta 3,5 puntos de diferencia anual entre las comunidades autónomas

Hasta 3,5 puntos de diferencia registraron los aumentos de precios al consumo en las diversas regiones españolas durante 1983, según los datos definitivos de este indicador de inflación, que han coincidido para la media española con el 12,2% oficial avanzado en enero. El máximo y el mínimo, 14,1% y 10,6%, han correspondido a La Rioja y Cantabria, respectivamente. A partir de estos datos se han podido elaborar los índices de malestar económico de 1983 (suma de precios y paro), que descendieron en 11 regiones y subieron en seis: Madrid, Andalucía, Aragón, Castilla-La Mancha, Canarias y Cantabria. En 1984, el malestar ha subido, sobre todo en julio, porque la tasa de desempleo ha crecido más de lo que se ha reducido la inflación.

Los índices regionales de precios arrojan diferencias muy dispares, aunque parecidas a las de 1982, cuando el máximo y el mínimo (15,7% Murcia y 11,8% Cantabria) fue de 3,9 puntos. Por su escaso conocimiento público y por el efecto de los acuerdos nacionales de salarios, no son utilizados en la negociación colectiva, lo que acentúa la pérdida de poder adquisitivo en las zonas más alcistas, y viceversa.Durante 1983, en media docena de comunidades la inflación fue superior al 12,4% de ganancia media por trabajador y mes (datos del Ministerio de Trabajo). Se trata de La Rioja, País Valenciano, Extremadura, Castilla-La Mancha, Canarias y Andalucía. En Canarias y La Rioja los precios aumentaron respecto a 1982, y en otras tres los descensos fueron escasos (Extremadura, Madrid y País Valenciano). Pero en Madrid el fenómeno compensa lo ocurrido en 1982, cuando la inflación fue muy inferior a la media nacional.

Los precios subieron por encima de la media española en seis casos (Andalucía, Canarias, Castilla-La Mancha, Extremadura, País Valenciano y La Rioja). En otras 12 regiones, si se incluye a Ceuta-Melilla, ocurrió lo contrario. Las elevaciones de Andalucía se debieron a que los productos de alimentación (13,3%), vivienda (11,2%) y otros (18 %) se movieron muy por encima de la media. En Castilla-La Mancha, País Valenciano y La Rioja también la alimentación subió más del 13%, al igual que ocurrió en Extremadura (14,3%).

Medidas para el bienestar

Por el fuerte aumento del paro (del 17,06% al 18,43% de la población activa), la suma de las tasas de precios y de desempleo creció en seis regiones (Andalucía, Aragón, Canarias, Castilla-La Mancha, Cantabria y Madrid). Pero también el paro descendió en cuatro regiones (Extremadura, Murcia, Comunidad Valenciana y La Rioja), y se estabilizó en Asturias.Dicha adición, cuyo resultado tuvo notables descensos en seis regiones (7,93 puntos en Murcia, 3,78 en Baleares, 3 en Asturias, 2,05 en Cataluña y 2,08 en el País Vasco), es denominada por algunos economistas índice de malestar económico. Su utilización ha cobrado fuerza con la generalización de las políticas contra la inflación y contra el paro.

En España bajó algo el año pasado, porque el descenso de la inflación superó el aumento del paro, lo que no ha ocurrido en la primera parte de 1984, cuando el malestar ha vuelto a subir. Mientras que el desempleo ha crecido casi dos puntos, el índice de precios al consumo de julio, que será publicado la semana entrante, reflejará que la tasa anual de inflación apenas ha cedido varias décimas de punto respecto al 12,2% de diciembre último.

Aunque reúne inconvenientes derivados de sumar factores heterogéneos, el índice de malestar pretende superar las mediciones que identificaban el bienestar social con el crecimiento económico o con sus principales consecuencias, como el aumento de la renta o del consumo por habitante. Los críticos de estos indicadores subrayan que el consumo reflejado en las cuentas nacionales (consumo de las familias) es incompleto, por no incluir el autoconsumo -importante en actividades como la agrícola-, el de servicios gratuitos individuales financiados por las empresas o las administraciones públicas, los pagos en especie o las subvenciones. Existen, además, aspectos poco susceptibles de medición, como el ocio.

Por ello, otra tendencia se inclina por medir el bienestar con indicadores sociales (dotación de viviendas, sanidad, educación, empleo, condiciones de trabajo, etcétera). Pero, debido a su complejidad, suele fijarse también en el logro o no de objetivos sociales o macroeconómicos, como los precios y el empleo.

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