No salgo de mi asombro
Aquello de que un tío saliera volando, me dejó con la boca abierta. No sé los demás, pero no salía de mi asombro. La banda que evolucionaba a todos los ritmos y componiendo todas las geometrías me daba la sensación de que la pista era una pantalla de ordenador.Pero mi asombro no acaba: ¿cómo se puede ser tan alto, tan fuerte, tan rápido? ¿Cómo un humano puede nadar más que un pez? ¿Cómo se puede saltar, correr, correr saltando, saltar corriendo, pegar molinillos sobre barras, hacer el güito sin que salgan agujetas?
Mi asombro aún ha aumentado al comprobar el súbito interés que estos Juegos producen en mis compatriotas. Ciudadanos para quienes durante todo el año no hay más que fútbol se van a la cama a las mil y gallo sólo para ver si Mary Wayte bate la marca olímpica. Pero ¿qué marca, quién es Wayte? Y resulta que también, también saben la marca y la biografía de Wayte: en la víspera se la aprendieron, ésa y todas; con evidente esfuerzo de estudio y memoria, que si hubieran empleado en su día a otros menesteres más prosaicos, ahora todos serían arquitectos, ingenieros, notarios. Más de mil biografías de atletas, tropecientos tiempos, con su pelo segundo y todo. No pierden el tiempo, por supuesto: esta ciencia ahora adquirida les va a valer para. aprobar las oposiciones a barrendero, pues en las próximas que se convoquen, los temas irán por ahí.
De cualquier forma, eso sería lo malo: que los Juegos sirvieran para algo. Maldita falta hace que las manifestaciones deportivas, como las artísticas, cualquier espectáculo, sirvan para algo. ¿Para qué sirve que Michael Gross surque la piscina con depurado estilo Vallecas? Vibras con el alarde, él se refresca y además se motiva: la plenitud del tiempo que duró es un fin en sí mismo. Luego vendrán quienes lo mejoren. Allá ellos y allá el futuro, que no son patrimonio de nadie. Los grandes temas políticos y económicos, el drama diario de ganar un empleo, las tensiones que cuesta convivir, la esgrima de la vida, precisan, para soportarlos sin morir de tristeza, Juegos Olímpicos, panem et circensis (que quiere decir pan y toros, naturalmente); conocer el pie, que calzan 2.000 individuos inmunizados de agujetas, aunque luego sea uno incapaz de aprenderse la producción de lino para aprobar la oposición a escanciador del botijo del alcalde. Y además, mañana mismo me presento en el despacho del jefe y le doy el salto del capullo, para demostrarle que mi corvejón es un capricho de la naturaleza. Se va a enterar, hombre.
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