Juan Vibaldo Garrido
se ha jurado a sí mismo no volver a sonreír a sus convecinos del pueblo chileno de Quillota, hasta que no recupere la dentadura que le fue robada mientras cumplía con el sagrado rito de la siesta. Los incisivos postizos le fueron arrebatados cuando apaciblemente dormía con la boca abierta a la sombra de un árbol. Al despertar, Juan Villalbo sintió la sensación de que algo le faltaba y en ese momento decidió que a partir de ahora mantendrá la boca cerrada cuando sueñe.
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